En la historia negra del narcotráfico, el distrito de Monzón (Huánuco) tiene un capítulo especial. Hasta ahora se escuchan muchas historias sobre los clanes familiares y las cabezas de ‘firmas’ que manejaban, de la mano del grupo terrorista Sendero Luminoso, el negocio de la cocaína en cada pueblo de este valle. Sin embargo, se ha dicho muy poco sobre el papel ignominioso que han jugado y siguen jugando hasta el día de hoy sus autoridades locales, especialmente el alcalde distrital, ese mismo que recibe mensualmente un sueldo gracias a nuestros impuestos.
Resulta que el actual alcalde del Monzón, que hasta hace pocos años atrás era uno los dirigentes más radicales y rabiosos defensores de la coca ilegal, se va a la reelección. En su campaña electoral está prometiendo defender la coca, a sabiendas que está articulada a la cocaína y, asimismo, se ha declarado enemigo de la inversión privada, especialmente de las hidroeléctricas, porque, según él, se privatizarían las aguas del río Monzón y, además, se contaminarían sus suelos.
Este mismo argumento ya había usado en sus marchas contra varios proyectos hidroeléctricos en octubre del año 2011. Es más, sus seguidores amenazaban de muerte a quienes veían con buenos ojos la llegada de oportunidades de trabajo diferentes a la coca (una de sus víctimas fue el alcalde de Sachavaca).
Al alcalde del Monzón no le interesa que 40 años de coca terminó convirtiendo a este distrito en el más miserable y paupérrimo del país. El alcalde del Monzón está cómodo con el 15% de analfabetos que hay en este distrito; al alcalde del Monzón no le importa la desnutrición crónica de más del 44% de su población. Al alcalde del Monzón no le interesa la deficiente infraestructura en salud, educación y servicios básicos. Al alcalde del Monzón no le interesa la severa deforestación y la contaminación como consecuencia de los cultivos de coca y de la cocaína.
Al candidato a la reelección solo le interesa la coca y añora con volver a esos tiempos donde los bares y los negocios de los bajos fondos estaban atiborrados de parroquianos gracias al dinero fácil.
Está claro que el Alcalde del Monzón es uno de esos dinosaurios que no quiere darse cuenta que los tiempos han cambiado, que se sigue creyendo un reyezuelo porque los fiscales de Huánuco le siguen tratando con guantes de seda y porque la Contraloría -a pesar de innumerables denuncias de corrupción- no se da por enterada.
En Monzón un sector importante de peruanos mayores de 18 años aún no son ciudadanos. Siguen siendo una masa atemorizada y fácilmente manipulable con los embustes de personajes acostumbrados a vivir como sanguijuelas de la pobreza y la ignorancia de los campesinos.
Democracia, estado de derecho, derechos humanos y tolerancia son conceptos desconocidos para muchos hombres y mujeres en esa parte del país.
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