Lo que está en juego el 17 de marzo

Desde que se empezó a medir el comportamiento del PBI, en el año 1922, el Perú nunca ha tenido un crecimiento económico como el que ha experimentado en los últimos 10 años. También se ha reducido significativamente la pobreza, e incluso se ha avanzado algo en mejorar la distribución del ingreso. Esto, por supuesto, debe alegrarnos, en primer lugar porque no estamos acostumbrados a este tipo de noticias, pero sobre todo porque es producto del esfuerzo de mucha gente, de empresarios (con empresas de todos los tamaños), trabajadores, profesionales, funcionarios públicos y varios gobiernos que mantuvieron las políticas macroeconómicas. Así como el reconocimiento mundial de nuestra gastronomía, este crecimiento de los años recientes, nos levanta el orgullo y la autoestima nacional, y eso es muy bueno.

Sin embargo, al mismo tiempo que crecía la economía también crecían el narcotráfico, la delincuencia común, la corrupción y la informalidad. De estos cuatro fenómenos, del que se tienen estadísticas más confiables es el narcotráfico (vía NNUU); sabemos que el Perú se ha convertido en el primer productor de hoja de coca en el mundo, se ha multiplicado la productividad de su cultivo, y se ha avanzado notoriamente en la producción de cocaína. Sobre los otros tres no tenemos la misma información por su propio carácter oculto, pero es presumible asumir que también han crecido, junto con la economía. Son nuestros auténticos cuatro jinetes del apocalipsis; de su reducción y eliminación depende la viabilidad del Perú, no sólo en el largo plazo sino también en el corto, como lo estamos viendo a propósito de los recientes casos de inseguridad ciudadana. Por eso es que nunca he estado de acuerdo con el triunfalismo autocomplaciente que exhiben algunas autoridades y políticos, basado exclusivamente en los logros macroeconómicos.

En este proceso de revocatoria es notoria la participación de dos de estos jinetes: la corrupción, representada por Solidaridad Nacional y el APRA, dos partidos involucrados en serios delitos en el manejo de recursos públicos, y la informalidad, representada por las mafias del transporte y los mayoristas afincados en el mercado de La Parada. Si bien no podemos decir que la delincuencia común está metida en esta campaña, no se pueden negar los estrechos vínculos que existen entre los delincuentes dentro del Estado (los corruptos) con los que están afuera de él. Tampoco podemos afirmar que el narcotráfico está directamente involucrado, pero no se puede desconocer que es el principal beneficiado con el crecimiento de la informalidad que le brinda cobertura a sus actividades. Está cada vez más claro para un porcentaje mayor de la población que un triunfo del SI significaría la expansión y consolidación de estos cuatro jinetes y, por el contrario, un triunfo del NO significaría una derrota para ellos. Esto explica cómo es que se ha ido forjando un frente a favor del NO que cubre todo el espectro político nacional y las más importantes organizaciones de la sociedad civil peruana.

Las razones detrás de este frente plural confirman las conclusiones del libro “Por qué fracasan los países”, escrito por Daron Acemoglu, profesor del MIT, y James Robinson, profesor de Harvard, el más reciente best seller mundial. Luego de una investigación de 11 años, en la que analizaron a decenas de países de los cinco continentes, afirman que la clave del éxito es la construcción de “instituciones inclusivas” que favorezcan y premien la creatividad y la innovación tecnológica, que llaman también “destrucción creadora”. Por el contrario, los países donde han prevalecido las “instituciones extractivas” que favorecen los privilegios y concentran la riqueza y el poder en pocas manos son los que han fracasado. En este estudio queda meridianamente claro que es imposible el desarrollo sin instituciones democráticas y equitativas, por encima y por delante de las políticas macroeconómicas. Es decir, se levantan las mismas razones que están presentes en el NO, que finalmente son las que conducen al progreso y el bienestar de la población.

Por ello resulta más notorio y contradictorio cómo un grupo reducido pero influyente de medios y periodistas se aferran a la opción del SI. Personajes como Martha Meier, Francisco Tudela o Cecilia Valenzuela, por citar solo a tres, supuestamente a favor del liberalismo, la ley y el orden, se alían a lo más oscuro de la sociedad peruana. Su último argumento es un verdadero insulto a la inteligencia: Susana Villarán es una marxista que se opone a la inversión privada y debilita la democracia. Olvidan conscientemente que la opción de la izquierda totalitaria murió junto con la Unión Soviética hace casi un cuarto de siglo, y mienten cuando vinculan a Sendero Luminoso con la izquierda democrática, cuando han sido enemigos jurados, como consta en el Informe de la CVR y demuestra el asesinato de María Elena Moyano. Ocultan que esta administración municipal ha logrado convocar en dos años mucha más inversión privada que en los 8 años de Castañeda. En cuanto al compromiso de la alcaldesa con la democracia, nadie puede negar su destacada participación en la lucha por recuperarla de manos del fujimontesinismo, antes, durante y después del gobierno de Valentín Paniagua, y solo demuestra la adhesión de estos personajes al legado de Joseph Goebbels.

Se trata de cortinas de humo en las que el pueblo peruano no va caer, pues sabe que las verdaderas opciones que están en juego el 17 de marzo son las siguientes: con su voto por el SI va a fortalecer a los cuatro jinetes del apocalipsis peruanos: la corrupción, la informalidad, la delincuencia común y el narcotráfico, o con su voto por el NO, va a apostar por el avance del país en el camino del progreso y la democracia.

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