NN: «Recién he comprado y mañana voy a enviar la encomienda en el primer bote de turno: 500 soles de víveres, cuatro martillos, 20 kilos de clavos de 3 y 5 pulgadas, no voy a mandar gasolina».
NN: «Ok, mañana temprano voy a salir a la pista, de allí en la tarde te voy a llamar para confirmarte».
Esta conversación fue captada la noche del 29 de julio por un escucha de Constelación, el programa de interceptación de la Dirección Nacional Antidrogas (Dirandro) auspiciado por la DEA.
La voz pertenecía a un exempresario aeronáutico con antecedentes por narcotráfico en los años noventa. Inteligencia antidrogas lo seguía desde hace unos meses porque tenía claros indicios de que Yonel Zevallos Cuenca, de 50 años, y condenado por el caso López Paredes, en 2007, regresaba, y por la puerta grande, al negociado de la droga en el Vraem.
Por eso, tanto el escucha como el analista de Constelación rápidamente concluyeron que Zevallos Cuenca coordinaba la refacción de una de las dos pistas clandestinas destruidas recientemente por las Fuerzas Armadas, en un sector de Boca Sanibeni, en la selva de Satipo. Era claro para ellos que el blanco seguido tenía la misión de acondicionar una pista para que decolaran avionetas.
Apenas dos semanas antes, el 14 de julio, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas había destruido dichas pistas. Huecos de dos metros de ancho y un metro de profundidad en las pistas intervenidas, provocados por certeros bombazos, habían convencido a los jefes del Comando Unificado del Vraem de que ningún piloto, por más ducho y hábil, podría aterrizar su máquina en esas condiciones.
La apreciación, sin embargo, había subestimado la habilidad de los narcos e ignorado experiencias de años atrás cuando las mafias del Huallaga, con apoyo de pobladores, refaccionaban las pistas inmovilizadas por la DEA y la PNP.
Por eso, los escuchas no salían de su asombro cuando escuchaban que los narcos hacían los últimos ajustes para dejar lista la pista y recibir avionetas desde Bolivia para el viernes 2 o sábado 3 de agosto.
«Yonel Zevallos: Los muchachos están listos para la recepción, no tenemos que fallar, el jueves termina y esto debe salir al día siguiente porque no debemos estar mucho tiempo ahí, y tiene que ser antes de las ocho de la mañana.
Loco: Tú no te preocupes, avanza».
REACCIÓN TARDÍA
Dado que los diálogos daban cuenta de un inminente embarque de droga cerca del poblado de Boca Sanibeni, dentro del área del Vraem, oficiales antidrogas y responsables de la primera fiscalía especializada en corrupción coordinaron en forma urgente el modo de impedir el traslado de droga.
La noche del 1° de agosto la fiscal Paola Díaz Prieto y su fiscal adjunta, Maruja Segundo, acudieron a la sede del Comando Conjunto, en Santa Beatriz, para pedir apoyo al contralmirante AP James Thornberry Schiantarelli, jefe de la División de Inteligencia del Estado Mayor.
En presencia de los oficiales de la Dirandro, el contralmirante indicó que un operativo se inicia con días de anticipación y con una estrategia definida. El marino les señaló a los fiscales que sí se podía realizar vuelos disuasivos entre 5 y 10 de la mañana, para impedir que la avioneta aterrizara y dejara dinero para recoger la mercancía ilegal.
Una nueva reunión se efectuó entre los fiscales y los jefes militares al día siguiente, el 2 de agosto, pero esta vez en la sede del Comando Especial Vraem (CE Vraem), ubicado en Pichari, Cusco. El comandante del CEVraem, general EP Jesús Díaz Peche, confirmó su disposición en apoyar con logística a la policía antidrogas y los fiscales a cargo, así como proporcionar el marco de seguridad cuando se ejecute la operación policial.
Ese mismo día, alrededor de las 3 de la tarde, un helicóptero del Ejército salió de la Base de Pichari, realizó un sobrevuelo de reconocimiento sobre la pista que ya había sido destruida. Tal como los diálogos interceptados anticipaban, tablones de madera colocados en los agujeros la habían dejado operativa.
Pese a las coordinaciones y al sobrevuelo temprano de un helicóptero, la Dirandro no pudo impedir que la avioneta decolara en el aeródromo clandestino de Boca Sanibeni, cargada de droga, y retornara inmediatamente a Bolivia.
Sin embargo, gracias a las interceptaciones telefónicas sí se logró identificar y capturar a los mafiosos encargados de organizar la reparación de la pista, días después, cuando regresaban de Bolivia tras cobrar el dinero para pagar a los proveedores.
Los acopiadores del Vraem estaban molestos porque el trato con los bolivianos era contra entrega: la droga por el dinero. Los bolivianos no advirtieron a sus contrapartes que entregarían el dinero una vez la droga estuviera en sus manos.
El diálogo por el conflicto surgido entre peruanos y bolivianos permitió que días después la policía atrapara a la contraparte peruana. Bertha Huamán Tineo, hermana del narco del Vraem Wilder Huamán, fue detenida junto con otros dos cómplices cuando internaba cerca de 250 mil dólares para pagar a los proveedores. Todo indica que, por ahora, no habrá pista de la droga en la selva de Pangoa. (Miguel Gutiérrez/Cortesía La República)