En algunos países de Latinoamérica atacar a la naturaleza es un crimen, en otros se alienta la compra y venta de los gases que destruyen la atmósfera. Son medidas dispares con un mismo fin: confrontar la inevitable transformación del clima, que ya está sintiéndose en toda la región, sea en forma de fenómenos extremos como las tormentas gemelas, o menos perceptibles, como el alza del nivel del mar.
Por fortuna, América Latina es la región del mundo, junto con África, que más ha hecho en materia de legislación para prevenir o mitigar los cambios atmosféricos, de acuerdo a un informe global sobre los avances legislativos.
Destacan Bolivia, que aprobó la Ley de la Madre Tierra, la cual penaliza el maltrato de la naturaleza, y Costa Rica, que recién dio luz verde a una de las más ambiciosas leyes climáticas del mundo, y ha impulsado los mercados de carbono como estrategia para llegar a ser carbono-neutral en la próxima década.
México, El Salvador y Ecuador, por su parte, adoptaron estrategias para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero e impulso al desarrollo sostenible de sus poblaciones.
“En Latinoamérica, los planes contra el cambio climático se están empezando a transformar en legislación concreta”, afirma el estudio de GLOBE International, que reúne a parlamentarios de más de 80 países comprometidos con la promulgación de leyes para aprovechar racionalmente los recursos del planeta.
Estos son algunos de los avances legislativos latinoamericanos:
México: Se anuncia la adopción de la estrategia nacional de cambio climático, que se enfoca en la reducción de emisiones y en políticas públicas climáticas multisectoriales.
Costa Rica: El congreso adopta la ley marco de cambio climático que garantiza que el tópico se enseñe en las escuelas de manera obligatoria. Un decreto ministerial crea los mercados de carbono voluntarios.
Ecuador: Se establece la estrategia nacional intersectorial de cambio climático. El Plan Nacional del Buen Vivir alienta el desarrollo sustentable.
Bolivia: El país promulga la Ley de la Madre Tierra, que es una amplia reformulación del manejo nacional de los recursos naturales, el clima y el ecosistema.
El Salvador: Se adopta la estrategia nacional de cambio climático para reducir el impacto social y económico producto del calentamiento global.
En el resto del mundo la ola legislativa para contrarrestar los efectos del cambio climático también parece estar cobrando fuerzas. El informe muestra que 61 de los 66 países analizados –responsables del 90% de las emisiones de CO2- han promulgado normas para promover fuentes de energía limpia, mientras que 54 países han legislado para mejorar su eficiencia energética. Todo lo cual reduce la dependencia de los combustibles fósiles y a mejorar el medio ambiente, según el estudio.
Aun así, queda mucho por hacer en los parlamentos del mundo. “Pese a estos avances debemos tener claro que la respuesta legislativa no es suficiente para mantener las emisiones a un nivel que sólo produciría un calentamiento global de dos grados centígrados, lo cual es la meta acordada por la comunidad internacional”, afirma John Gummer, miembro de la Cámara de los Lores y presidente de GLOBE International.
Los expertos advierten sin embargo que, al paso que vamos, las temperaturas globales subirán un promedio de cuatero grados centígrados para fines del siglo, poniendo en entredicho la subsistencia de futuras generaciones y los avances sociales hasta la fecha.
Una de las grandes pérdidas de la región latinoamericana en un mundo más caliente incluiría partes del Amazonas, cuyas regiones oriental y meridional se marchitarían lentamente. Esto, a su vez, impactaría en la producción de alimentos, ya que la selva amazónica genera parte de las lluvias que irrigan los cultivos en Argentina, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil.
“Alimentar al mundo sería complicado en el escenario más extremo de calentamiento global. Y se pone en tela de juicio la capacidad de América Latina de ser el granero del mundo”, advierte el experto en cambio climático del Banco Mundial, Erick Fernández (Carlos Molina/El País).
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