Las elecciones en la Corte Suprema de Justicia se han convertido en un “Juego de Tronos”, donde no interesa la institucionalidad del Poder Judicial o de la administración de justicia, sino lo que puede obtener cada uno de los 19 jueces supremos que eligen.
A estas alturas, el juzgador o jugador N° 20 ya obtuvo lo que quería: es el nuevo presidente del Jurado Nacional de Elecciones. Gracias a ello, Francisco Távara Córdova estará fuera del Poder Judicial, ausente de este juego de poder y sobrevivencia, por los próximos cuatro años.
Los 19 que quedan deben jugar este juego de poder cada dos años. Para sobresalir, para no ser parte del montón deben presidir algo. Uno de ellos, el que mejor oferte, será el presidente del Poder Judicial, de la Corte Suprema y del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
Puede que los candidatos tengan real afán de servicio, buenas ideas en bien de la colectividad, de hacer algo para mejorar la administración de justicia, para dar un mejor servicio a los litigantes, pero sus intenciones no son lo importante para ganar votos, ni para decidir el voto.
El sistema los obliga a buscar apoyos con un sentido más práctico de la oportunidad. Lo que los electores quieren es ganar algo en lo inmediato: influencia y poder. Lo mejor es la presidencia de una de las salas que conforman la Corte Suprema de Justicia. En realidad, solo deberían haber tres salas: una penal, una civil y una constitucional, pero bajo el pretexto de la descarga procesal desde hace varios años funcionan tres salas transitorias, que de transitorias solo tienen el nombre.
En los años ’90, llegaron a existir nueve salas, seis de ellas transitorias, lo que le permitió al régimen controlar la Corte Suprema con magistrados provisionales. El esquema de estas salas se ha mantenido hasta la actualidad, lo que sirve para ganar votos, agradecer a los que te apoyan o “castigar” a los que se opusieron demasiado a la coronación del nuevo rey.
Se supone o se dice que las Salas se conforman por antigüedad o por méritos, pero esto no sucede en la realidad. Se pone el orden más conveniente para que el más antiguo o el que tiene mejores méritos presida una sala, poniendo a su lado a los menos antiguos o menos capacitados. El presidente de una Sala puede decidir sobre el turno de la vista de un expediente y quién será el juez ponente que estudiará el caso y redactará el proyecto de sentencia.
El doctor Francisco Távara Córdova sabe muy bien lo que es no apoyar al candidato correcto y haber sido demasiado opositor al que resultó ganador. En las elecciones de diciembre del 2008, ganó el juez supremo Javier Villa Stein para el periodo 2009-2010. Távara dejaba la presidencia y por cuestión de cortesía debió pasar a presidir una Sala Penal, pero Villa Stein lo mandó de cuarto magistrado de la Sala Constitucional y Social. En el lenguaje de los supremos, ese puesto es para un principiante o para un juez supremo provisional.
¿Cómo lo hizo sin que nadie proteste? Pues fácil, puso en una Sala a todos los titulares, más antiguos de Távara, de tal manera que para un observador novato era evidente que ese era el lugar que le correspondía y no la voluntad del nuevo presidente. Pero al mirar la otra Sala Constitucional y Social se advertía que solo el presidente era titular, el resto eran provisionales.
Luego vino la denuncia por el viaje a París con pasajes pagados por la Universidad Alas Peruanas. Villa Stein no olvida ni perdona y su a acción con Távara repercute hasta el día de hoy.
Luego de la presidencia de las seis salas supremas, está el intercambio de votos para la jefatura de la Oficina de Control de la Magistratura (OCMA) un buen trampolín para quien más adelante quiere presidir la Corte Suprema. Este puesto te pone en la tribuna pública y te puede ganar votos si sabes mirar en el entorno de los supremos, que no caigan sus amigos o protegidos, su corte.
Luego, igualmente se definen por elección los dos puestos que tiene la Corte Suprema en el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, el máximo órgano de administración del Poder Judicial. Este Consejo decide sobre las vacaciones y licencias de los magistrados. También decide el traslado entre distritos judiciales.
Si no puedes ganar una plaza de juez titular en Lima en el concurso del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), la más apetecible, te vas a una recóndita provincia, las más alejada posible y luego tramitas tu cambio por reunión familiar o una grave enfermedad de un ser querido ante el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial y, con el contacto adecuado, en unos años estarás ocupando una plaza en Lima y el CNM volverá a realizar un nuevo concurso para nombrar a otro magistrado en la plaza que abandonaste en provincia.
Luego también hay premios consuelo, desde viajes con viáticos del Estado como el que se acaba de realizar a China, donde se buscó cambiar el voto del juez supremo Vicente Walde Jáuregui, o la presidencia de las Comisiones Especiales, como la que preside Víctor Prado Saldarriaga, para los plenos jurisdiccionales penales, que afianzan una imagen de académico. Para todos hay algo, en esta elección o en la próxima.
LA ACTUAL ELECCIÓN
Este panorama, este juego de poderes que es usual en la elección en la Corte Suprema, se ha convertido en vital en las actuales elecciones. Uno de los candidatos, el juez supremo Duberlí Rodríguez ofrece la creación de una Tercera Sala Constitucional y Social o sea un segundo tribunal transitorio, una séptima presidencia de Sala. Un voto más, el que puede ser la diferencia.
Pero, es en las Salas Penales donde el juego se ha agudizado por las características de sus juzgadores. El ex presidente del Jurado Nacional de Elecciones, Hugo Sivina Hurtado, se reincorpora a la Corte Suprema y le corresponde presidir una de las Salas Penales. Sivina Hurtado es el penalista más antiguo de todos, es imposible no darle la presidencia de una Sala, salvo que se quiera ir al Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, pero es un cargo por elección, que se puede escapar de las manos del nuevo presidente.
Entonces con Sivina en la Corte Suprema surge el problema. El saliente presidente del Poder Judicial, César San Martín Castro, y el anterior Javier Villa Stein, también quieren presidir una sala, pero solo hay una silla para ese puesto. Por eso ambos se han dividido, Villa Stein empezó a promocionar a Duberlí Rodríguez Tineo para asegurarse la presidencia de una Sala. Eso generó los celos de San Martín, que a comienzo de año tuvo como candidato a Rodríguez.
Ahora, San Martín promociona la candidatura de Luis Felipe Almenara Bryson, un magistrado que está a unos cuantos años del retiro. Almenara le asegura la presidencia de una Sala y mantenerse en el control de la Corte Suprema, ratificando a los técnicos de su gestión, lo que incluye al actual gerente general del Poder Judicial.
Luego, la decisión de Villa Stein en el caso Barrios Altos y la posibilidad de que el Consejo Nacional de la Magistratura le abra un proceso disciplinario ha complicado la situación y ha permitido el ingreso de un nuevo o nuevos jugadores, en este toma y daca.
Precisamente, el Consejo Nacional de la Magistratura se ha dado cuenta que puede influir en la elección. En el caso Barrios Altos están involucrados tres jueces supremos titulares que votarán en la elección del seis de diciembre próximo: el mencionado Villa Stein, Josué Pariona Pastrana y Jorge Salas Arenas.
Han pasado cuatro meses desde que estalló el escándalo del caso Barrios Altos y desde hace cuatro meses el caso está estancado en la Comisión de Procesos Disciplinarios, que preside el ex juez superior Pablo Talavera Elguera. Bajo el patrocinio de San Martín, Talavera renunció al Poder Judicial, para un par de meses después ser elegido por la Corte Suprema como su representante ante el CNM.
Ahora, los candidatos presionan para detener la investigación a Villa Stein. El grupo de Almenara quiere que se abra investigación solo a Villa Stein, lo que restaría un voto a Duberlí Rodríguez y puede atraerles el voto de Salas Arenas y Pariona. Por su parte, Duberlí Rodríguez estaría presionando para que la decisión de investigar se postergue hasta después de la elección, para asegurar los votos de Villa Stein, Pariona y Salas.
En todo caso, en el CNM hay el consenso de que si se decide investigar, se procesará a los cinco integrantes del tribunal, incluidos los jueces supremos provisionales Balcázar Zelada y Miranda Molina.
Pero, al darse cuenta de este juego, Villa Stein decidió ausentarse de las Salas Plenas de la Corte Suprema. Este fue el real motivo por el que abandonó a José Luis Lecaros Cornejo en la elección al Jurado Nacional de Elecciones. Villa Stein condiciona su presencia en la Sala Plena del 6 de diciembre, a una previa resolución del CNM que archive el caso. Si no hay esa resolución, no participa en la Sala Plena, ha dicho Villa Stein, cuando en el CNM lo que se ha realizado hasta ahora es una indagación previa.
La no participación de Villa Stein en la Sala Plena reduce la población de votantes a 18 jueces supremos, lo que supone que se necesitan 10 votos para ganar la elección, y con tres candidatos y sin la existencia de un favorito, eso hace necesaria una segunda vuelta.
Por el resultado de la elección del representante al Jurado Nacional de Elecciones, se puede ver que Almenara cuenta con siete votos seguros, los seis que votaron por Távara, más el de Hugo Sivina, que supone lo apoyará, pues ambos ingresaron a la magistratura luego de la purga de abril de 1992.
Duberlí Rodríguez Tineo suma los cinco de Lecaros y los dos de Julio Rodríguez Mendoza, igualmente siete votos, pero con mejores posibilidades de atraer los votos del tercer candidato. El jefe de la OCMA, Enrique Mendoza Ramírez tiene tres votos, siendo uno de ellos el de Walde Jáuregui.
Entonces, ganará el que sepa atraer los votos de Mendoza, quien deja la jefatura de la OCMA pero está irreconciliablemente peleado con San Martín, por lo que inclinará su voto por Duberlí Rodríguez. Pero, Walde Jáuregui no tiene problemas con San Martín y por eso fue incluido en el viaje a China. Además, lo eligieron primer suplente ante el Jurado Nacional de Elecciones.
¿Un viaje a China puede cambiar el resultado de esta elección y decidir quién gobierna el Poder Judicial por los próximos dos años? Sí, es posible que eso suceda. El seis de diciembre y el primer día útil de enero del 2013, cuando se conformen las Salas de la Corte Suprema, sabremos hasta donde llegó esta negociación, aunque para entonces ya esto será parte de la historia.
Este esquema para la elección de los presidentes, como otros personajes y realidades, se repite en la mayoría de Cortes Superiores de Justicia del país. La elección de cada presidente de Corte Superior también es el resultado de negociaciones por cargo, con la excepción de Lima, donde con 110 jueces superiores que votan se hace más difícil el trueque de cargos menores y entonces priman las amistades o los grupos de poder.
Cambiar todo este “Juego de Tronos” en el Poder Judicial es posible, pero eso requiere una modificación legal para hacer más democrática la elección, lo que se debe discutir y decidir en el Congreso de la República, entrampado por estas épocas en su propio juego de roles para elegir a los nuevos integrantes de la Defensoría del Pueblo y del Tribunal Constitucional.
Por lo pronto, los jueces pueden seguir con sus juegos por otros dos años.