«En promedio, se espera que una ballena nacida hoy alcance una longitud total de aproximadamente un metro menos que una ballena nacida en 1980 –explica Joshua Stewart de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), en Estados Unidos. Eso representa una disminución media de la longitud de alrededor del 7%. «Pero eso es sólo la media. también hay algunos casos extremos en los que las ballenas jóvenes son varios metros más cortas de lo esperado», advierte.
Se han documentado impactos importantes en la historia de la vida como éste en especies comerciales muy explotadas, especialmente en peces, pero hasta donde sabemos, ésta es la primera vez que se registra este tipo de impactos en un gran mamífero», añade.
En el nuevo estudio, Stewart y sus colegas de la NOAA, el Acuario de Nueva Inglaterra, la Universidad Estatal de Oregón y la Institución Oceanográfica de Woods Hole querían documentar los retos a los que se enfrentan las ballenas francas, indicados por los cambios en sus características vitales, incluido el tamaño. Utilizando mediciones de fotogrametría aérea recogidas desde aviones con tripulación y drones operados a distancia durante un período de 20 años, buscaron cualquier cambio en la longitud del cuerpo de las ballenas francas.
«Pudimos basarnos en nuestro trabajo anterior, que utilizó aviones convencionales a principios de la década de 2000, adoptando la nueva tecnología de los drones para ampliar las series temporales en los últimos años –explica John Durban, de la Universidad Estatal de Oregón (anteriormente en la NOAA)–. En ambos casos, pudimos medir a las ballenas volando una cámara a gran altura por encima de ellas, esencialmente dándoles un chequeo de salud sin que supieran que estábamos allí».
Las ballenas eran un caso de estudio ideal porque han sido objeto de un seguimiento constante desde la década de 1980, con información a nivel individual sobre la edad y el tamaño y registros detallados de los enredos con aparejos. Este seguimiento intensivo permitió empezar a evaluar los efectos que los enredos graves y prolongados pueden tener en la aptitud física a largo plazo de los individuos, así como los efectos potenciales de otros factores de estrés como el ruido de los barcos, las colisiones con ellos y los cambios en la disponibilidad de presas.
«Los enredos con artes de pesca en esta población son, por desgracia, bastante comunes, y los enredos que resultan en artes de pesca atados y en lesiones graves han ido aumentando en general durante las últimas décadas», dijo Stewart. Según recuerda, «estudios anteriores han demostrado que el aumento de la resistencia de los artes de pesca que se enredan obliga a las ballenas francas a gastar mucha energía extra sólo para realizar sus actividades normales, y esa es una energía que de otro modo podrían gastar en el crecimiento o la reproducción. En algunos casos –prosigue–, los enredos pueden ser letales, pero resulta que incluso los enredos subletales pueden tener impactos duraderos en las ballenas francas».
Sus datos muestran que estos graves enredos en artes de pesca son uno de los factores de estrés asociados a las ballenas más bajas. Sugieren que el crecimiento atrofiado puede conducir a un menor éxito reproductivo y a una mayor probabilidad de enredos en las artes de pesca que pongan en peligro su vida. Los hallazgos en las ballenas francas pueden tener implicaciones para otras especies de grandes ballenas de todo el mundo.
«Cuanto más pequeño eres, menos reservas energéticas tienes, y más difícil puede ser sobrevivir a un enredo grave o a una escasez sostenida de alimentos –explica Stewart–. Así que es posible que estos cambios en el ciclo vital se traduzcan en impactos en la viabilidad de la población. Pero esto hace que me pregunte cómo las grandes ballenas de todo el mundo se ven afectadas por los enredos. No se trata en absoluto de un problema exclusivo de las ballenas francas: los enredos son una gran amenaza para las ballenas, los mamíferos marinos y otras especies marinas de todo el mundo».
«Debido a que las ballenas francas del Atlántico Norte tienen este conjunto de datos increíblemente detallados con edades conocidas, tamaños, historias de enredos, etc., podríamos examinar directamente cómo estos impactos están afectando a las tasas de crecimiento –continúa Stewart, cuyo estudio se publica en Cell–. Mi opinión es que muchas otras especies se están viendo afectadas de forma similar, pero simplemente no tenemos la capacidad de detectarlo en poblaciones menos estudiadas».
Basándose en los resultados, los investigadores piden que se adopten medidas de gestión más contundentes para reducir el impacto de las artes de pesca y las operaciones de los buques. «La aplicación de soluciones probadas, como la reducción de la velocidad de las embarcaciones, las cuerdas de menor resistencia a la rotura y los aparejos de pesca sin cuerda, en toda su área de distribución, son medidas críticas y urgentes necesarias para evitar la extinción de esta especie», señala la coautora del estudio, Amy Knowlton, del Acuario de Nueva Inglaterra.
En futuros estudios, los investigadores planean explorar si las hembras más cortas tienen efectivamente menos crías. También seguirán utilizando el seguimiento por fotogrametría del crecimiento y la condición corporal de la ballena para documentar cualquier otro cambio a lo largo del tiempo. La esperanza es que esos datos puedan detectar los problemas así como los beneficios de las acciones de gestión para facilitar la conservación efectiva de las ballenas.
Fuente: Ecoticias