El día del periodista que se ‘celebra’ mañana en el Perú ocurre cuando la verdad –el compromiso principal de este oficio– anda muy trajinada, por lo que puede ser oportuno recordar de qué estamos hablando cuando hablamos de la verdad.
Los periodistas tienen muchos compromisos que, en situaciones ‘normales’, se pueden armonizar. Uno es con el medio en el que se trabaja, con el cual tenemos el compromiso de hacerlo sólido y respetado. Otro es con el lector, televidente u oyente que nos sigue, al cual le debemos nuestro mejor esfuerzo. Y otro es con la gobernabilidad de la comunidad y del país en que vivimos, con el fin de promover su progreso.
Este oficio, sin embargo, enfrenta con frecuencia situaciones ‘no tan normales’ que complican el cumplimiento simultáneo de esos compromisos. Por ejemplo, cuando una información perjudica el interés de la empresa en que se trabaja; o que a nuestra audiencia no le agrada; o que afecte la gobernabilidad del país pues su difusión hará trastabillar a las autoridades públicas o la estabilidad política o económica del país.
Estos ‘problemas’ del ejercicio del periodismo pueden llegar a ser complejos y plantear desafíos relevantes, pero la manera de resolverlos es teniendo en cuenta que, antes que el compromiso con la empresa, la audiencia o el país, está la obligación sagrada –mucho más importante y decisiva– con la verdad.
La verdad constituye, en este sentido, el compromiso principal de un periodista y está por encima de todo. Por encima, incluso, del aprecio que se pueda tener por alguien si se debe informar sobre un delito que haya incurrido, o de la ideología o religión que se profese.
El periodista no debe mentir y, cuando lo hizo involuntariamente, porque se equivocó, lo primero que debe hacer es rectificar y explicarle a su audiencia o lector qué hará para que esto no se repita.
Pero la verdad es un concepto complejo y no absoluto. Se puede ser realmente ‘objetivo’ sobre pocas cosas –el resultado de un partido, la temperatura–, mientras que la mayor parte de las noticias y opiniones que se emiten tiene una carga que es fuertemente subjetiva. El reconocimiento de la subjetividad en el periodismo, sin embargo, nunca puede ser biombo para la mentira.
Finalmente, la paradoja es que, siendo la verdad el objetivo principal del periodismo, no toda la verdad puede ser revelada. Primero, algo puede ser verdadero, pero solo se puede divulgar si se lo puede probar.
Y, segundo, la búsqueda de la verdad nunca puede invadir la intimidad y la privacidad de nadie –aun cuando esto consiga un buen rating o circulación–, salvo que, excepcionalmente, se trate de información que sea de estricto interés público.
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