Hay algo muy perturbador en los cada vez más constantes indicios de vitalidad y expansión que está dando el Conare-Sutep (C-S), el gremio de profesores afín al Movadef.
La última de estas señales ha sido la violenta irrupción que protagonizaron el miércoles varios partidarios de la organización en un congreso académico en Apurímac para intentar forzar a los profesores que ahí estaban a plegarse al paro que esta decretó hace 53 días. Un hecho que solo viene a sumarse a las también violentas movilizaciones de las que el mes pasado fue responsable C-S y que fueron acatadas, preocupantemente, por el 60% de los profesores de Ayacucho, el 85% de Puno, el 80% de Apurímac, el 70% de Pasco y el 60% de Ucayali.
Por otra parte, el C-S no es el único indicador de una renovada y creciente presencia prosenderista en nuestro sistema educativo. Esta presencia es un secreto a voces en muchas de nuestras universidades y ha sido denunciada públicamente, por ejemplo, por el rector de San Marcos. De ella dan fe, además, los voceros juveniles que despliega el Movadef y que declaran con escalofriante convencimiento y tranquilidad que Abimael Guzmán no es más que “un político” que fue “consecuente con sus ideas” al librar una guerra contra un Estado “opresor del pueblo” (pero que, eso sí, solo pueden balbucear cuando se les pregunta por qué la enorme mayoría de personas que Sendero asesinó eran campesinos quechuahablantes).
Queda mucho por investigar, desde luego, sobre los verdaderos alcances que está teniendo este movimiento en nuestra educación. Más allá, sin embargo, de la que hasta ahora sea su llegada en términos exactos, decimos que el fenómeno es perturbador por una cuestión histórica: fue justamente bajo la forma de un movimiento de profesores que nació Sendero la primera vez, bastante antes de sus bombas iniciales.
Nuestra preocupación, entonces, es que la principal estrategia –ubicarse en la educación– con la que busca resurgir ahora Sendero es una que ya le resultó antes. Y que tiene, por lo demás, mucho sentido: es por las mentes que se llega al control de los fusiles. La famosa pregunta por si pesó más la espada de Washington o la pluma de Paine en el triunfo de la revolución norteamericana, se resuelve con claridad cuando se ve la relación de causalidad entre las dos: fueron las ideas de Paine (y de otros que como él difundían las doctrinas revolucionarias) las que movieron a la espada de Washington, y no al revés.
La estrategia de Sendero tiene que tener esta vez una respuesta ad hoc. En otras palabras, Sendero no debe de ser solo un tema del Ministerio del Interior; Sendero debe de ser, con la misma prioridad, un tema del Ministerio de Educación. Las ideas del terrorismo hay que vencerlas antes de que se vuelvan acciones. Y eso no solo supone impedir que sus defensores conocidos tengan acceso a las mentes de los jóvenes, prohibiendo enseñar a quienes tienen condenas por terrorismo o apología del terrorismo. Supone también contraargumentar y mostrar al llamado “pensamiento” de Sendero (y a los idearios afines sobre los que se apoya), sobre todo, como la barrabasada que desde el punto de vista ético es.
Un aliado muy importante en este propósito tiene que ser la trasmisión de la memoria. Antes de que puedan “asumir” su costo tan serenamente como un medio de la “revolución”, los jóvenes que no la vivieron tienen que saber lo que fue la violencia. Lo que significó. Lo que hizo. Que al menos conozcan bien todos los testimonios de las víctimas, que sepan por sus voces de las bombas y las ejecuciones que las dejaron sin hermanos, sin padres, sin hijos, sin cónyuges, sin amigos. Que sepan cómo es la tortura. Que oigan de las violaciones, de las amputaciones, del miedo. Que, en fin,les pongan nombre, ilusiones e historias personales a las víctimas.
Naturalmente, esta memoria no supone una garantía final. Nunca faltan quienes, de forma consciente, están dispuestos a masacrar al hombre y la mujer de carne y hueso que tienen delante en nombre de la humanidad. Para ellos está el Ministerio del Interior. Nuestro punto es que serán los menos si es que antes hace una buena labor el Ministerio de Educación.