Una investigación publicada en la revista científica ‘Ecosistemas’, de la Asociación Española de Ecología Terrestre (AEET), evidencia que bosques templados que llevan más de 100 años conservándose tras sufrir siglos de actividad humana todavía no se han recuperado en su totalidad, un periodo mayor de lo que se había estimado hasta ahora.
«A simple vista un bosque que tiene muchos árboles y otras plantas nos puede parecer recuperado, pero además de eso, los árboles, hongos y otras especies presentes deben interactuar y esto puede requerir incluso siglos», indican los autores del estudio.
El trabajo, llevado a cabo en un bosque de hayas al norte de Navarra, se ha centrado en evaluar tanto la riqueza como la composición de los hongos ectomicorrícicos, especies que se encuentran en las raíces de las hayas y que han demostrado efectos positivos en el crecimiento y la supervivencia de estos árboles a través de sus interacciones.
El equipo de investigación de este estudio, formado por profesionales del Basque Centre for Climate Change (BC3) y de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), ha observado que tras un siglo de recuperación después del impacto de la minería, la riqueza de hongos se ha restablecido, pero no pasa lo mismo con su composición, ya que la identidad de las especies de hongos detectadas en las hayas de dentro de la mina es distinta a las de hayas de referencia en zonas que no han sido perturbadas por la actividad minera.
Un atributo que, según defiende este estudio, «condiciona la recuperación de las interacciones entre especies, indispensable para su recuperación plena».
En concreto, la investigación ha sido realizada en la finca de Artikutza, un lugar en el que no se han producido impactos humanos desde hace más de 100 años.
Hecho que ha favorecido el desarrollo de un hayedo en buen estado de conservación (declarado Zona de Especial Conservación por el gobierno navarro) en una zona que se vio afectada por la extracción de hierro a cielo abierto desde al menos el siglo XIV.
Las conclusiones más relevantes de este estudio a nivel científico, es que bosques templados que llevan más de un siglo conservándose desde el abandono del impacto humano son capaces de recuperarse a nivel de riqueza de especies de hongos ectomicorrícicos, pero no pasa lo mismo respecto a la composición de dichas especies, lo cual requiere de más tiempo.
Según señalan los investigadores, para saber si realmente un ecosistema se ha recuperado del todo «no vale sólo con evaluar indicadores simples como la variedad o riqueza de especies, si no que es necesario medir indicadores de recuperación más complejos como las redes de interacción entre especies».
Más conciencia
El equipo de investigación apunta además que, a nivel social, las conclusiones extraídas de este estudio indican que es importante que la sociedad se conciencie de que «es prioritario conservar antes que degradar porque la magnitud de ese impacto y el tiempo necesario para la recuperación pueden ser mayores de lo que hasta ahora se había valorado».
Por tanto, según explica Asun Rodríguez, unas de las autoras del trabajo, las medidas de compensación tras un impacto humano, como la construcción de carreteras o urbanización, «deberían ser más exigentes que las actuales» porque la recuperación plena de los ecosistemas puede requerir siglos y no pocas décadas «como se asume comúnmente».
Asimismo, el estudio da un paso más en la evaluación de procesos de restauración, tratando de analizar dinámicas con un mayor nivel de complejidad, como son las interacciones entre especies, en un periodo de tiempo más amplio (mayor de 100 años).
Y es que, tal y como explican, «la mayoría de los proyectos de restauración realizan una evaluación del éxito durante pocos años, lo que hace que no existan muchos ejemplos en los que se haya hecho un seguimiento durante varias décadas», añaden los autores.
Consideran que en la actualidad «la falta de conocimiento sobre dinámicas a largo plazo a nivel de interacciones entre especies pueden estar causando limitaciones en la eficiencia de los procesos de restauración».
Hongos clave en la recuperación de ecosistemas
Por otro lado, esta investigación parte de que existen efectos positivos demostrados sobre la presencia de estos hongos en el crecimiento y la supervivencia de hayas jóvenes, en la resistencia de las hayas a la sequía y la descomposición de la materia orgánica de hayas maduras.
Por ello, a partir de los resultados obtenidos en este estudio, se abre una nueva línea de investigación para identificar aquellas especies de hongos ectomicorrícicos que desempeñan un papel más importante en la recuperación del ecosistema, las cuales podrían inocularse en las plantas que se utilizaran en la revegetación de la zona afectada para acelerar su recuperación.
Para ello es necesario cuantificar la interacción entre el haya y cada especie de hongo ectomicorrícico, es decir, estimar cuánto nitrógeno le aporta cada especie de hongo al haya y así poder identificar las especies que deberían priorizarse en las prácticas de restauración.
Fuente: Ecoticias