En el imaginario popular el valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE) es sinónimo de narcotráfico y terrorismo pese a que los programas de desarrollo alternativo empiezan a hacerse cada vez más visibles y a que más cantidad de agricultores optan por los cultivos lícitos en lugar de seguir sembrando coca.
“Cada vez que ocurre un ataque terrorista o acciones de narcotraficantes, los del VRAE somos los que pagamos el pato”, señala, en tono de queja, un poblador de este valle. No le falta razón. Tal como lo comprobó una periodista de Frecuencia Latina, en el VRAE también hay personas que apuestan por una vida lícita y pacífica.