La muerte de un periodista

Hoy en el Perú, con la inseguridad creciente que asfixia, cualquiera puede encontrar la muerte a la vuelta de cualquier esquina, sea de barrio pobre o rico, pero hay algunas muertes que parecen dirigidas y ese podría ser el caso del joven Fernando Raymondi Uribe.

Era un reportero de 22 años que practicaba en el área de seguridad de Caretas mientras estudiaba el último año de la carrera en la Universidad San Martín, y quien fue acribillado por un grupo de delincuentes en la noche del domingo cuando estaba en la tienda de abarrotes de su padre, en Cañete, y un grupo de delincuentes ingresó en una mototaxi aparentemente para robar.

Según informó una alerta de ayer del Instituto Prensa y Sociedad (Ipys), luego de que Raymondi reconociera a uno de los delincuentes, éste le disparó dos veces en el pecho ocasionando su muerte.

Hasta ahí, la muerte de este muchacho podría ser la crónica costumbrista de lo que ocurre todos los días en cualquier lugar del país.

Pero hay un par de hechos que  se deben investigar a fondo porque generan la legítima sospecha de que Raymondi fue asesinado por encargo del crimen organizado. Primero, porque los criminales huyeron sin llevarse nada. Segundo, porque él estaba trabajando una investigación periodística sobre el sicariato en Cañete, un fenómeno lamentable que se ha extendido mucho en esa zona en medio de las mafias vinculadas a la construcción civil.

Por ello, en la revista Caretas en la que trabajaba Raymondi sospechan que la investigación periodística que estaba desarrollando en Cañete podría ser el móvil del crimen.

Es una hipótesis que tiene que ser investigada a fondo por la policía. Paradojas de la vida, es una indagación que debe ser realizada con prontitud y prolijidad por el Ministerio del Interior, cuyo titular está acusado de haber participado en el asesinato de otro periodista de la revista Caretas, hace veintiséis años.

La muerte de cualquier persona es, por supuesto, un hecho lamentable, pero el asesinato de un periodista constituye, al mismo tiempo, un intento de matar la posibilidad de que la sociedad conozca asuntos fundamentales que molestan a corruptos como narcotraficantes y autoridades mafiosas.

El asesinato de periodistas se ha vuelto una práctica lamentable en muchas partes, incluido el Perú, especialmente en el interior. Si en Lima el riesgo es que te boten del empleo, en provincias el peligro es que te mate el crimen organizado en alianza frecuente con autoridades locales.

Por ello, el lamentable asesinato de Fernando Raymondi Uribe se debe investigar a fondo, tal como lo han solicitado ayer el Ipys y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).