La mentira se alimenta de sí misma. La mentira se devora a sí misma. La mentira es predadora de sí misma. Son tres tristes verdades que vienen a cuento recordar a partir del nuevo artículo –“Sesgos de la verdad”– que el periodista Hugo Guerra dedica a diseminar falsedades sobre la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Ocuparse de ello es necesario pues se trata no solo de defender un trabajo realizado rigurosamente sino también de poner atajo a la corrupción de nuestro lenguaje público.
Dice Guerra que la cifra total de víctimas expuesta por la CVR es falsa. Afirma que está demostrado que no fueron 69.280 sino 28 mil. Para ello asume un supuesto estudio publicado por el diario Correo. Al mismo tiempo, Guerra acusa a la CVR de haber tenido un ánimo antimilitar, el cual la habría llevado a exagerar las responsabilidades de las fuerzas armadas. Le parece escandaloso que se les atribuya el 37% de las responsabilidades. Pues bien: ese cálculo que Guerra adopta como verdad afirma que 16.500 víctimas fatales fueron obra del Estado y que sólo 11 mil lo fueron de Sendero Luminoso. Es decir, Guerra aumenta la responsabilidad de las fuerzas armadas a 59% y reduce la de Sendero Luminoso a 41%. Todo esto nos deja ante dos opciones: o bien, siguiendo su extraviada lógica, Guerra odia a los militares y guarda secretas simpatías por Sendero Luminoso, o bien está citando un presunto estudio que no ha leído o que no ha entendido. Lo dicho: la mentira es predadora de sí misma.
Lo señalado, siendo grave, podría ser visto como la ironía involuntaria de un polemista descuidado. Más preocupantes, tal vez, son otras formas de la falsedad, aquellas que aprovechan el desconocimiento del público sobre asuntos especializados para hacerlo aceptar distorsiones grotescas de la verdad. Dice, por ejemplo, que la CVR beneficia a los senderistas al “ponerlos sutilmente como infractores de los Convenios de Ginebra, cuasi parte beligerante”. Muchas malos hábitos periodísticos se condensan en esas pocas palabras. El primero es la desinformación. La CVR no usa ninguna sutileza al calificar la conducta criminal de Sendero Luminoso. Esta organización fue, por supuesto, infractora del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra, aquel que proscribe conductas en conflictos armados internos. Un segundo y pésimo hábito: el uso de la insinuación malévola cuando no se tiene hechos que respalden una acusación. Nada en la invocación de esa norma internacional concede estatus de parte beligerante a una organización como Sendero Luminoso. El artículo citado dice en su línea final: “La aplicación de las anteriores disposiciones no surtirá efectos sobre el estatuto jurídico de las partes en conflicto”. ¿Falsedad, ignorancia, falta de comprensión? En cualquier caso, un periodismo que opta por la desinformación.
Se ha demostrado muchas veces que la CVR no fue contemplativa con Sendero Luminoso sino que condenó y demostró sus crímenes con una precisión sin precedentes. Pero ahora Hugo Guerra estrena una nueva falsedad: que si bien señaló crímenes, la CVR no condenó “la subversión contra la democracia”. Pero la CVR dedica 21 conclusiones, de la 12 a la 33, a condenar la subversión y sus crímenes, a denunciar un proyecto totalitario contrario a las tendencias históricas del país y a señalar la injustificable agresión terrorista a nuestra democracia.
Finalmente, huérfano de argumentos, Guerra pasa al ataque ad hominem. Dice que fui parte de un “engendro velasquista”, la Oficina Central de Información, dedicado a la censura de la prensa. Pero no dice que mi participación fue, precisamente, como parte de un intento de lograr una apertura, ni que renuncié públicamente a los dos meses de haber ingresado, apenas se deportó periodistas. Ahora bien, Hugo Guerra ha tenido el hábito de iniciar sus infundios contra la CVR con expresiones de respeto a mi persona. Así que otra vez estamos ante un penoso dilema: o conoce el verdadero sentido de mi participación en la OCI y no le parecía censurable, pero hoy decide presentarla bajo una luz tenebrosa, o, en peculiar estilo intelectual, se ha puesto a hurgar en mi biografía en busca de un argumento ad hominem y eso es lo único que pudo encontrar para una nueva tergiversación. En todo caso, esto demuestra nuevamente esta verdad que podría ser la moraleja y el punto final de esta polémica: que el mayor problema de quien escoge la mentira es que ésta siempre se alimenta de sí misma y más pronto que tarde convierte a quien la usa en su prisionero.