Se agotó en una quincena la primera edición del libro “Estación Final” escrita por Hugo Coya (Ed. Aguilar, abril 2010) que ha concitado una inesperada pero importantísima atención. Reconstruyó la historia personal y familiar de 22 peruanos asesinados por los nazis en Auschwitz.
Invirtió mucho tiempo, esfuerzo y dinero personal para visitar Polonia, Turquía, Israel y entrevistar a decenas de personas para conseguir información de contexto, datos familiares, fotografías y pistas diversas.
Un loable trabajo, que parte de su motivación de peruano respetuoso de los derechos humanos que repudia la parte de la historia peruana manchada por el nazismo y antisemitismo.
En su introducción cita como fuente inicial mi libro “La Inmigración Judía al Perú” (1987) que en las páginas 246-247 menciona a esos 22 peruanos cuya situación se difundió más por la entrevista que me hiciera Jerónimo Pimentel para Caretas titulada “La lista de Trahtemberg: peruanos muertos en Auschwitz” (31/03/2005).
Esos 22 nombres los encontré en 1983 en la Biblioteca del Museo del Holocausto de Jerusalem, mientras hacía mi monografía final sobre la historia del Antisemitismo en el Perú para la maestría en educación en la Universidad Hebrea.
Encontré un libro de Serge Klarsfeld “L. memorial de la deportación des juifs de France” (Paris 1978), con el registro de 67,693 nombres de judíos deportados por los nazis en 79 convoyes, 73 de los cuales salieron desde Drancy (Francia) hacia Auschwitz (Polonia) entre el 27 de marzo de 1942 y el 17 de agosto de 1944.
En la tabla de nacionalidades de los deportados preparado por George Etlin el 16 de marzo de 1945, figuran 22 judíos peruanos que llevados en trenes murieron en Auschwitz. Entre ellos Jaime y Rosita Lindow (convoyes 71 y 75) y Joseph y Matilde Baruch (Barouh) (convoy 75).
Hugo Coya le ha devuelto identidad, nombre, apellido, raíces e historia de vida a las cenizas de esos 22 peruanos. Felicitaciones y ojalá los historiadores peruanos continúen su camino, porque hay mucho por escribir aún sobre la vergonzosa actuación del gobierno, cancillería, congreso y prensa peruanos de aquella época, que Hugo Coya también reseña en el libro.
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