La hoja de coca y sus estigmas

El Comercio. Hay pueblos que nunca terminan de transformarse. Tocache empezó a convertirse en pueblo en los años 50, cuando el Estado incentivó a campesinos de la sierra de Huánuco, Cerro de Pasco y Huancayo para poblar estas tierras y con una Carretera Marginal que hacía más concreta la idea de un futuro.

Luis Pisco Rojas era todavía un niño cuando esta región de la selva alta comenzó a poblarse. Y aunque el Gobierno de entonces otorgó títulos de propiedad y había cientos de miles de hectáreas esperando, el proyecto fracasó por el escaso apoyo técnico, que devino en desconocimiento, en el mal manejo de la tierra, en la oportunidad desperdiciada.

Ya Luis entraba en la adultez cuando —en los 70— el cultivo de hoja de coca sufría sus primeros cambios. Hasta entonces la producción estaba destinada (a través del trueque y otros sistemas de cambio) al consumo de los campesinos de las alturas de Huánuco, Pasco y Junín, así como de los migrantes en Lima.

Luis, en su pequeña chacra, cultivaba café, luego arroz. Cuando la coca se convirtió en algo rentable —y aún manejable—, sembró tres hectáreas. Poco tiempo después fue nombrado secretario del Comité de Cocaleros, y se convirtió en uno de los primeros dirigentes de este gremio.

Un día llegó a Tocache un grupo de colombianos y el narcotráfico transformó todo. La siembra de hoja de coca perdió su condición de manejable. Luis, al mismo tiempo, perdió su condición de ciudadano con derechos.

Él había sido líder del gremio cocalero antes de que el narcotráfico lo ensuciara todo en Tocache. Luego la zona se convertiría en un refugio de Sendero Luminoso y, como el mismo Luis resume, “empezarían los problemas”.

Él ya había dejado la hoja de coca porque olía lo que vendría. Como reenganchado del Ejército sabía en lo que podía terminar esa guerra —la más sucia de todas— y escogió el cacao como destino. Hoy tiene once hectáreas. Más que un cultivo alternativo, es una vida alternativa.

Un pasado pesado
Para Luis no era una revancha, pero sí una reivindicación: la noticia que le había llegado desde Francia era un reconocimiento al mérito de querer cambiar. El cacao producido por la Cooperativa Agroindustrial Tocache había ganado el primer lugar de la categoría aroma en un concurso organizado por el Salón del Chocolate de París.

Esto ocurrió el pasado octubre; Luis celebró el reconocimiento, pero desde su casa. Él no pudo viajar a París —a diferencia de sus compañeros de la cooperativa— porque en la Embajada de Francia en el Perú su nombre aparece en una lista de personas consideradas peligrosas por sus vínculos con la hoja de coca. “Me tenían “fichado” por haber sido dirigente cocalero”, comenta.

Pero algo curioso ocurrió el jueves pasado, durante la visita a Tocache del embajador de Estados Unidos en el Perú, Michael McKinley, y de funcionarios de Devida: aquel día, Luis fue elegido para cortar la cinta con la que simbólicamente se inauguraba el recién donado laboratorio de control de calidad para cacao. Para él no fue algo simbólico: esta vez sí fue una revancha.

Sepa más
La Cooperativa Agroindustrial Tocache, dedicada a la producción de cacao, cuenta con más de 250 socios.

Fue fundada en 1990 como la Cooperativa de Servicios Agropecuarios Tocache; desde 1999 se le conoce con la denominación actual.

En febrero del 2009, sus miembros acordaron utilizar Cacao Tocache como su marca comercial.