El Comercio. Varios factores explican este crecimiento. El primero es que los narcotraficantes están pasándola de maravilla, pues, no tienen mayores contratiempos con los sistemas de control. Prueba de ello, es que en el 2009 la Policía Nacional incautó apenas 10 toneladas de cocaína, de las 302 que producimos; mientras que las autoridades colombianas superaron las 203 toneladas.
El segundo factor es el llamado “efecto globo”. Precisamente en el país del vallenato, el presidente Uribe dirige personalmente una gran ofensiva contra las FARC y los carteles de la droga, lo que está ocasionando la migración hacia el Perú de los traficantes de drogas. Hace poco se denunció que en El Estrecho, (Maynas, Loreto) narcos colombianos estaban obligando a sus pobladores a sembrar coca.
El tercer elemento va por el auge de nuevos mercados para la cocaína. Brasil se ha convertido, después de EE.UU., en el más importante consumidor de esta droga a escala mundial, y en la región, seguido por Argentina y Chile. Asimismo, en el Viejo Continente, especialmente en España, se reportan crecimientos geométricos en el consumo.
El panorama es apocalíptico, porque en los próximos años la coca seguirá creciendo en nuevas zonas, especialmente en la frontera con Brasil y Colombia, y el poder corruptor del narcotráfico continuará su ascenso a niveles cada vez más altos del poder político.
Mientras tanto, el actual gobierno seguirá mirando hacia el costado, sin operativizar la ley de control de insumos químicos, sin aplicar la ley de pérdida de dominio, sin asignar fondos públicos que permitan ampliar las zonas de erradicación y eludiendo su responsabilidad de estar presente con programas viables de desarrollo alternativo en la selva alta.