“Joven volcán” es la traducción del quechua Huaynaputina, el volcán que un 19 de febrero de 1600 tuvo la mayor explosión registrada en la historia de América del Sur. Su proceso eruptivo se inició un año antes con la ocurrencia de sismos que sacudieron la región sur del Perú y que los arequipeños pensaron que se trataba del volcán Misti. Durante su erupción, el Huaynaputina generó un estruendo tan fuerte que muchos pensaron que se trataba de un sismo de gran magnitud (M8.0) por los daños producidos en las ciudades de Arequipa, Moquegua y Tacna. No se conoce cuál habría sido la altura de este coloso volcánico, pero concluida la explosión quedó un cráter situado en una meseta a 4 200 sobre el nivel del mar.
Cuando el Huaynaputina erupcionó produjo cerca de 14 km cúbicos de material volcánico, dos veces más que el expulsado por el volcán Vesubio (Italia, año 79d.c.), lo que habría sepultado a más de diez poblados ubicados en su entorno y matado a miles de pobladores. En tanto, las columnas eruptivas alcanzaron los 30 km de altura y causó severos daños en Arequipa y Moquegua al cubrirlos con cenizas y gases tóxicos durante días. Esta erupción tuvo repercusiones mundiales y produjo el descenso de temperaturas en varios países como en Rusia durante los años 1601 y 1603.
Investigaciones recientes realizadas por vulcanólogos internacionales, basadas en el contenido químico de los materiales expulsados, indican que el Huaynaputina habría tenido dos cámaras magmáticas, la primera a 6 km de profundidad y la segunda a 20 km. Este segundo cuerpo magmático desencadenó la erupción al presionar el sistema hasta que el magma comenzó a ascender a la superficie. El movimiento de magma y las fisuras de ventilación causaron los terremotos.
La erupción fue de tipo Pliniana debido a su alto grado de explosividad con la expulsión de grandes volúmenes de gas volcánico, fragmentos y cenizas, para luego producirse erupciones explosivas con flujos piroclásticos (compuesto de gases y cenizas) que inundaron valles a lo largo de 13 km causando lahares en el rio Tambo. Aún no existe un registro completo del proceso eruptivo del Huaynaputina, pero basta comprender la fuerza de la naturaleza y el esfuerzo que debemos hacer para aprender a convivir con estos colosos que lo único que hacen es recordarnos que la Tierra está viva.
Por ello, el Instituto Geofísico del Perú fue creado hace casi 100 años para estudiar todos los fenómenos geofísicos relacionados con la estructura, condiciones e historia evolutiva de nuestro planeta, y hoy cuenta con el Centro Vulcanológico Nacional (CENVUL) en Arequipa que vigila la actividad del Huaynaputina y a otros once volcanes activos del país. Mientras llega la siguiente erupción, hacemos “Ciencia para protegernos, Ciencia para avanzar”.
Fuente: IGP