El nacimiento de Nancy Obregón como dirigente cocalera coincidió con el inicio del segundo ‘boom’ de la cocaína en el Perú (1999). La razón de ser de Obregón fue oponerse por todos los medios a la erradicación de la coca ilegal y enfrentar en abierto e impune desacato a la autoridad. No importaba si esta alimentaba los laboratorios de cocaína.
Nancy disfrutaba acusando a la Policía de un sinfín de delitos solo con el afán de frustrar su actuación en materia antidrogas y en el otorgamiento de seguridad a los trabajadores del Proyecto Especial de Reducción y Control de Cultivos en el Alto Huallaga (Corah), encargados de la erradicación de la coca. A las autoridades locales que no le servían de caja de resonancia las fustigaba y las tildaba de traidoras.
Entre 2000 y 2010 fallecieron en el Alto Huallaga más de 30 personas, entre policías y trabajadores del Corah, como consecuencia de las emboscadas terroristas y de las protestas organizadas por las organizaciones cocaleras. Recordemos el degollamiento del trabajador John Cántaro en Bambamarca, también los sucesos en Santa Rosa de Mishollo y en Sión (2006), donde un valiente coronel se atrevió a enfrentarla y erradicar su coca. Al poco tiempo, ese coronel fue castigado con el paso al retiro.
Una de las acciones terroristas más sangrientas fue la perpetrada en noviembre de 2010 contra el campamento del Corah instalado en Guacamayo (Tocache). El autor de este ataque fue el terrorista conocido como ‘Sergio’, precisamente el mismo que, según la investigación policial, sería el que estuvo en contacto con la dirigente cocalera.
Haciendo gala de una gran capacidad histriónica, Nancy era muy efectiva en llamar la atención de la opinión pública. Rápidamente generaba titulares a página entera con supuestos casos de “violaciones” de los derechos humanos y hasta se hizo aplaudir de pie por los empresarios en la CADE 2006. Para entonces, según la denuncia fiscal, la dirigente cocalera ya mantenía contacto con los grupos terroristas.
Con la idea de evitar “costos sociales y políticos”, varios ministros del Interior prefirieron tenerla como amiga. A cambio de que no les hiciera huelgas, algunos inclusive fueron mucho más allá: le concedieron el trabajo de acopiar la coca, a nombre del Estado, en todo su extenso dominio.
No olvidemos también que la dirigente cocalera, que llegó a ser congresista de la República, tuvo como asesor a un zar antidrogas y estuvo protegida por un presidente del Congreso.
Las acusaciones del fiscal contra la excongresista son particularmente graves. Sobre la base de las declaraciones de testigos protegidos, colaboradores eficaces y escuchas legales, se le sindica de ser parte nada menos que de una organización internacional de tráfico de drogas y de colaboración y financiamiento del terrorismo.
El caso de la exparlamentaria no es el primero. Recordemos que la operación Eclipse 2010 en su oportunidad también les sacó la careta a muchos personajes que fungían de dirigentes. La pregunta que nos hacemos hoy es cuántos congresistas, oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía, presidentes regionales y alcaldes tienen exactamente el mismo perfil que la señora Obregón. Finalmente, ¿por qué se impide realizar una investigación parecida en el Vraem?
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