El Comercio. La mayor amenaza a la gobernabilidad y a nuestras posibilidades de seguir creciendo en términos económicos es el narcotráfico. El segundo gobierno del señor Alan García está dejando al país como el primer exportador de cocaína en el ámbito mundial, por encima de Colombia, y con partes del territorio nacional liberadas por el crimen organizado y el terrorismo.
Esta situación crítica de nuestra seguridad interna no es tomada con la debida seriedad por algunos candidatos que se encuentran en campaña y que pretenden gobernarnos en los próximos cinco años. Peor aun, en vez de someter a debate sus planes de gobierno, han ‘farandulizado’ el tema cortándose un mechón de cabello, supuestamente para demostrar que no han consumido drogas.
Esta tragicomedia es una afrenta a la memoria colectiva de los peruanos que recordamos claramente que en la década del noventa se trasladaba la cocaína en el avión presidencial, que en ese gobierno se vendieron, a cambio de toneladas de cocaína, miles de fusiles de asalto a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), grupo terrorista convertido actualmente en un gran cártel de la droga.
Con el mechón de cabello, intentan, casi como un ritual chamanístico, hacernos olvidar que en el gobierno del señor Fujimori había militares y civiles corruptos que administraban los aeropuertos para las ‘narcoavionetas’ colombianas. ¿Acaso pretenden que olvidemos también que desde el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), precisamente el mismo lugar donde un candidato al Congreso bailaba ballet, se cobraba cupos a los narcotraficantes para dejarlos operar con total impunidad?
Si la prueba del mechón de cabello fuese válida y suficiente para realizar el deslinde con el narcotráfico, probablemente saldrían en libertad, absueltos de todos sus cargos y como inocentes angelitos, Fernando Zevallos, Vladimiro Montesinos, etc.
No podemos seguir perdiendo el tiempo en este tipo de cosas. La situación del Perú con relación al narcotráfico es de absoluta gravedad. Estamos parados justo al frente del enorme despeñadero por donde rodaron países como Colombia y México, hecho que dejó miles de muertos y miles de millones en pérdidas económicas.
Lo que hagamos o dejemos de hacer en los próximos años definirá si nos convertimos finalmente en un narcoestado, como ya lo han insinuado los numerosos cables filtrados por Wikileaks, o tal vez, con un poco de suerte como ocurrió con Sendero Luminoso, entendamos que tenemos al frente a un enemigo poderoso que amenaza nuestras vidas y nuestra seguridad y decidamos enfrentarlo con toda firmeza.
Lamentablemente estamos cada vez más solos frente a este monstruo. El principio de la responsabilidad compartida está perdiendo cada vez más fuerza en los países consumidores. Los niveles de cooperación de Estados Unidos disminuyen cada año y Europa, que se ha convertido en el segundo mercado más grande para las drogas, aún sigue reticente y dispersa su escasa ayuda. Entonces, si esto es así, por lo menos exijamos a los candidatos un poquito más de respeto.
Los electores necesitamos ver y participar de un debate político mucho más serio.