Es pequeñita pero de sonrisa amplia y su mirada dulce transmite esperanza más allá la injustica y el racismo. Es un ejemplo de crecimiento personal. Así es Elizabeth Pusaclla Huamaní, una adolescente que defiende sus derechos como trabajadora del hogar.
“En mi primer trabajo, cuando tenía 10 años, la señora me pegó porque me acusó de robarle 20 soles…y cuando me fui, no me pagó el mes de trabajo”. Aunque nos indigne sobre manera este trato, es lo que le ocurrió a Elizabeth. Llegó a Lima desde Tambobamba, en Apurímac, a los 10 años para trabajar en servicio doméstico “cama adentro”. Su hermana mayor, Karina, también en servicio doméstico, la trajo y la dejó trabajando en limpieza en un hostal en Villa María del Triunfo. El impacto de la gran ciudad la amedrentó, sintió miedo, lloró.
Hoy, con 17 años de edad, recuerda esa etapa y sonríe nerviosa, tratando de que no le afecte recordar los malos ratos, los insultos racistas y los abusos de los que fue víctima en las varias casas en las que trabajó. Ha crecido y se empodera de su condición de ser humano digno, construye su destino.
Luego de trabajar en el hostal entró en otra casa a cuidar dos niños, uno de 2 y otro de 8 años, tenía que llevarlos al jardín, jugar con ellos y, además, limpiar, cocinar, lavar y hacer las tareas domésticas de lunes a domingo por S/. 100.00 mensuales.
Lo bueno de ese lugar fue que por fin pudo ir a la escuela. Entró al Centro de Educación Básica Alternativa (CEBA) del colegio Juana Alarco de Dammert, en Miraflores, donde aún, luego de idas y venidas, continúa estudiando, pues su sueño es ser enfermera. Ya va en cuarto grado de primaria.
El sueño no duró, pues al poco tiempo su empleadora le impidió seguir estudiando. Con ayuda de su hermana consiguió otros trabajos, pero no podía estudiar, por eso los dejaba.
Tocando puerta tras puerta ofreciendo sus servicios, consiguió un trabajo en Surco en donde no cumplieron con el pago ofrecido y además la insultaban.
Con el poco dinero que ganaba se compró sus “cosas”. En Tambobamba no tuvo juguetes ni muñecas, ni colegio, ni amigos. Solo un intenso frío que se apodera de su cuerpo al recordar. “No volveré allá a quedarme, solo de paseo”, enfatiza mientras grafica en el aire con sus manos que su casa queda en lo alto, en un monte con chacras alrededor.
Así se convirtió en adolescente. Hasta que un día, con ayuda de su hermana, se enteró de la Asociación Grupo de Trabajo Redes – La Casa de Panchita (LCDP), una institución que brinda atención y apoyo a niñas en trabajo doméstico y que lucha por erradicar esta situación; y desde el 2012, asiste de manera continua participando en las salidas culturales y los diversos talleres de teatro y arte de LCDP, donde ha aprendido a lidiar con el miedo que le producía el carácter de su empleadora y hace respetar sus derechos.
Ahora, cada vez que la empleadora intenta sobrepasarse, Elizabeth, de forma asertiva, le advierte que de seguir tratándola así, se retirará del trabajo, obteniendo una respuesta positiva y el buen trato que se merece. Ha decidido cambiar de trabajo al finalizar el año para buscar mejores condiciones.
Ágata Zumaeta Figueroa, terapeuta de artes expresivas de AGTR – LCDP, nos dijo que ha trabajado con Elizabeth en cómo resolver situaciones difíciles con los empleadores a partir de conocer sus derechos y cómo aplicarlos.
“Fue una experiencia muy gratificante y fuerte para ella porque le ayudó a confrontar sus miedos. En este proceso ha conocido a otras amigas, ha empezado a soltarse y a poder expresarse más”, sostuvo. Además, en el CEBA Juana Alarco de Dammert se le nota más comunicativa, alegre y suelta al hablar, se nota el cambio en ella.
Ahora Elizabeth pasa sus domingos en LCDP recibiendo, junto con otras adolescentes de su edad y en su misma condición, bienestar laboral, emocional y social; incluso ha llevado a otros “trabajadores infantiles domésticos” (TID) a La Casa de Panchita para que reciban ayuda.
Por ello es de suma importancia rescatar lo dicho por el defensor del Pueblo, Eduardo Vega Luna, quien sostuvo que “el Perú tiene la deuda de ratificar el Convenio 189 de la OIT, el cual refiere en su artículo 4, que se deberá fijar una edad mínima para los trabajadores domésticos, que no podrá ser inferior a la edad mínima estipulada en la legislación nacional para los trabajadores en general, siendo esta edad en el Perú, 14 años”. Confiemos en que nuestro gobierno adopte una posición clara y decidida en este tema.
DATO
El Código del Niño y del Adolescente del Perú establece que “en el Perú la edad mínima de admisión al trabajo es 14 años de edad”. Según la Encuesta Nacional de Hogares, en el Perú se registran alrededor de 110,000 niños y adolescentes TID, aunque AGTR – LCDP, considera que hay muchísimos más, vulnerándose su derecho a gozar plenamente de su niñez.