En memoria de Juan Briceño, amigo entrañable, brillante y honesto policía. Como conversábamos, Juan, los asesinatos que han conmovido al país en las últimas semanas son la punta de un iceberg.
Lejos de las primeras planas hay millones de personas que sufren la inseguridad cotidiana, expresada, sobre todo, en robos y ataques pandilleros, ambos cada vez más violentos; y que, sobre todo, en los barrios pobres, viven en la más absoluta indefensión, ya que no encuentran respuesta alguna de una Policía desmoralizada, mal pagada, mal preparada y muchas veces corrupta. (¡Cómo te dolía que así estuviese tu institución!).
Cada vez que hechos mediáticos ocurren, la Policía hace capturas inmediatas (por orden del jefe que no quiere que lo saquen) y se habla de las soluciones mágicas: leyes más duras y más plata.
Luego, nuevos acontecimientos toman la escena y todo vuelve a la “normalidad” –como me decías con impotencia– hasta la siguiente e inevitable “crisis” en que se repetirá el ritual.
Me decías que hay que tomar el toro por las astas; y ya que el gobierno no parece tener ideas de qué hacer, por lo menos esperabas que te tengan la sensatez de escuchar.
En esa línea –en base a lo que hablábamos ya cuando te nos ibas– insisto en proponer que se consensúe y establezca una comisión independiente y plural de expertos (como lo fuiste tú, más que nadie) que trabajando ad honórem, en un plazo máximo de 60 días, provean al país de un plan con medidas y acciones de corto, mediano y largo plazo; que sus recomendaciones sean públicas y se conviertan en hoja de ruta para los gobiernos y en un referente para que la ciudadanía pueda evaluar lo que se hace.
Es urgente y, por tanto, no se va a hacer, bromeábamos a veces. Aún así, Juan, te lo prometo, insistiré en ello en la próxima “crisis”. Ahora bien –me aclararías tú– para entonces las soluciones serán aún más de largo plazo.