El escritor e historiador José Carlos Agüero advierte que la crisis no es solo política sino que va más allá, lo cual se traduce en un diagnóstico más hondo: estamos ante un colapso social. Considera que hay un espacio de convivencia desarticulado, junto a los principios de respeto y duelo. En este escenario, comenta, lo que está detrás de todo esto es un colapso en el cual cambian los actores pero no el trasfondo. Agüero publicó un artículo titulado «Desprecio«, razón por la que le consultamos sobre estas y otras reflexiones capitales que nos deja la actual crisis que vive el país.
Respecto a los medios de comunicación, personajes políticos, etc., y su lenguaje al referirse a las protestas asevera que lo que hay detrás es desprecio, como el nombre del artículo que escribió. “El desprecio es una institución social que funciona para el control de una sociedad y en Perú ha servido para mantener al margen de los espacios de decisión y poder económico y simbólico a ciertos sectores de la población que no se consideran dignos de un espacio”, comenta.
Además, el historiador precisa que esta actitud se ve en los momentos de participación política como en las elecciones. Sobre los sectores de la población señalados se considera que “su voto es torpe o ignorante, su gestión es obtusa e incapaz y cuando tiene que protestar, su protesta es bárbara. No hay manera que este personaje se pueda expresar ciudadanamente sin ser devaluado. Pero esto no es sostenible”, sostiene.
¿A quién se refiere con esta afirmación? ¿Al pueblo?
Agüero considera que este término es muy general. Prefiere hablar de sectores diversos de la población votante. Afirma que ver todo tan general y simple nos impide observar distintas organizaciones sociales y fallar en el diagnóstico del colapso social. No tener en cuenta la totalidad de matices en los grupos humanos y sus demandas podría resultar en un caos, lo cual observamos en las calles del Perú actualmente.
En ese caso, ¿Qué decir a quienes no ven ese trasfondo y consideran que el escenario es más simple?
“Es que es difícil verlo”, comienza respondiendo. “Hay que hacer un esfuerzo personal y colectivo para salir de una manera de mirar un contexto que hemos ido construyendo de confrontación. Es difícil observar con profundidad, imparcialidad y sensatez en un enfrentamiento: te dejas llevar por impulsos y prejuicios. No es tan fácil decir que no se no ve lo que sucede. Por ejemplo, se ve la destrucción de propiedad privada por parte de la población cuando sale a marchar. Esto ratifica (para algunos) la sensación de que lo que está pasando no es democrático, como lo que dice la prensa mediática”, recalca. Añade que varios medios se encuentran en un plan de directa manipulación. “Hay que dar una nueva oportunidad de ver a los demás. Dar señales de ello”, afirma.
Sobre el lenguaje que está rondando en este contexto, tanto en los medios como en la política nacional y en la misma sociedad civil, considera: “No es necesario insultar, terruquear, disparar perdigones o dictaminar estados de emergencia para dar salida a una coyuntura álgida”. Luego recalca: “No es necesario utilizar un lenguaje denigrante para hablar de compatriotas indignados. No se detiene la ira por ninguno de los lados”.
Añadido a ello, ante la diversidad de consignas a diferencia del 2020, que complejiza el escenario actual nos deja la duda de cómo salir de un modo de hacer política tan arraigado en el tiempo y en las instituciones de nuestro país. Frente a ello Agüero responde:
«Es difícil mover algo que es casi una tradición. Es confrontarse como si fuéramos enemigos, pero no hay por qué matarnos para disputar el poder. Hay que disputarlo con ideas, si es necesario en la calle, como ahora, pero sin violar los principios, la vida y propiedad del otro. No se puede aniquilar el modo de supervivencia de las personas. Qué hacer, pues hay que dar señales de que se quiere llegar a un entendimiento. Sin embargo cuando se ha desatado la violencia es difícil regresar”, afirma. De acuerdo a estos conceptos, esto no nos genera un escenario esperanzador, a menos que la voluntad de la mayoría se dirija hacia esa dirección.
Algo que Agüero enfatiza en esta entrevista es que hay que salir de la fatalidad. Decir que hay que morir, como destino inevitable de la expresión del pueblo, es una visión antigua para él, tanto para la izquierda como para la derecha. Da por sentado cómo tiene que darse un logro social. “No es una fatalidad que la gente tenga que morir para una asamblea constituyente, como he escuchado decir. No es salir a hacer el bien y el mal y que haya muertos y heridos. Esa visión fatalista, hay que luchar contra ella añadiendo elementos de complejidad y no sólo reprimir. Todos debemos hacer nuestra parte», concluye.
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