Al cabo de pocos días se derrumbó la farsa montada por el gobierno para hacer creer que la catástrofe en el VRAE había sido una “operación impecable”.
Quizás una de las razones por la que muchos se confundieron, fue la idea errónea de que los remanentes terroristas del VRAE son una suerte de FARC colombiana en su mejor momento. Así, había la preocupación que los secuestrados podían estar meses o años en manos de Sendero.
En realidad, ellos no pueden retener a nadie más allá de pocas horas o días, menos a un grupo tan grande. Su control del territorio es relativo y limitado, y sus columnas son por lo general de 25 o 30 personas.
Es verdad que se requería cierta presión de las fuerzas del orden, pero no enviar a tontas y a locas a los efectivos militares y policiales, porque la experiencia indica que los terroristas esperan eso para emboscarlos.
Pero los ineptos mandos militares y policiales, aguijoneados por el presidente Ollanta Humala, cuya obsesión es la popularidad y la siguiente encuesta, enviaron lo que tenían a mano para montar no una maniobra eficaz sino una operación de propaganda.
El resultado fue el desastre que ahora se conoce, varios muertos, muchos heridos y un helicóptero derribado.
La cruda realidad
Dos muy buenos reportajes de Gustavo Gorriti han mostrado cómo se manejaron las cosas realmente. A un grupo de policías, que estaban en la base de Mazamari para un entrenamiento, los despacharon a la zona de combate. Un helicóptero del Ejército los estaba desembarcando y fue atacado por los terroristas. El piloto huyó y dejó a tres policías a merced de Sendero. (“El abandono”, IDL reporteros, 19.4.12).
En otro artículo, Gorriti relata cómo una patrulla del Ejército cayó en una emboscada y fue abandonada a su suerte durante horas, con los heridos graves desangrándose. (“El epílogo del secuestro”, Caretas, 19.4.12). Cuando fueron recuperados tuvieron que ser atendidos por médicos civiles de las empresas.
La sanidad militar y policial, que devoran cientos de millones de soles al año y justifican su existencia diciendo que son necesarias en estos casos, no existían.
Doble secuestro
Un detalle significativo es que los trabajadores del gasoducto fueron secuestrados dos veces. La primera, por los senderistas. La segunda, por las fuerzas del orden, que los interceptaron cuando regresaban y los retuvieron a la espera que llegara Ollanta Humala para tomarse la foto con ellos.
Con esa imagen el gobierno montó el sainete de la liberación, como si se tratara de una reedición del asalto a la residencia del embajador japonés en abril de 1997. Le dio buenos resultados, porque muchos medios presentaron las cosas tal cual quería Humala, sin cuestionarse hechos que estaban a la vista.
La aparición del delincuente terrorista ‘Gabriel’, relajado, fumando y sin armas, ante un grupo de periodistas, disipó la cortina de humo del gobierno. El criminal se jactó de sus acciones.
No se aprende de la experiencia
A principios de octubre de 1999, un helicóptero del Ejército acudió a una cita con ‘José’ y otros mandos senderistas en Anapati. El general EP Adolfo Fournier, un acólito de Vladimiro Montesinos, iba a negociar la rendición de los terroristas.
Cayó en una emboscada. Murieron cuatro oficiales del Ejército (nunca habían caído tantos oficiales en una acción) y un número indeterminado de soldados. El helicóptero fue destruido, las ametralladoras robadas.
El Ejército mandó lo mejor que tenía a vengar la afrenta y a exterminar a los senderistas, la División de Fuerzas Especiales (DIFE). En diciembre de 1999, cuando arreciaron las lluvias, se retiraron silenciosamente, con muchas bajas a cuestas y ningún éxito.
En julio de 2003, luego de la liberación de los rehenes de Techint, las fuerzas armadas emprendieron la búsqueda de terroristas en el VRAE, instalando a un general de división EP en Pichari. Una patrulla de fuerzas especiales del Ejército y la Marina cayó en una emboscada. Cinco efectivos y dos civiles muertos. Allí terminaron las operaciones.
En suma, perseguir a los senderistas luego que cometen un atentado, sin el conocimiento del terreno y la inteligencia indispensable, es ir a un desastre seguro.
Eso no lo saben los incompetentes mandos militares y policiales actuales. Y si lo saben no les importa. Igual envían a la carne de cañón al monte, sin conocimiento adecuado del terreno, muchas veces sin el entrenamiento necesario, sin el respaldo de combate y de sanidad indispensable.
Lo hacen porque saben que sus puestos no dependen de su capacidad, sino del servilismo que demuestren ante Humala y su círculo inmediato.
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