En el marco del Día Internacional de los Bosques Tropicales, el portal Mongabay, realizó un informe sobre el impacto de la deforestación en los bosques amazónicos. La importancia de los bosques tropicales destacada constantemente, sin embargo, día tras día también se habla de las grandes amenazas que enfrentan. Según datos del último reporte de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), publicado el año pasado, entre 1980 y 2000 se devastaron 100 millones de hectáreas de bosques tropicales en todo el mundo, y 42 millones de ellas desaparecieron en América Latina.
La pandemia del COVID-19 también hizo que durante los primeros meses del año se hablara cada vez más de la relación del humano con los bosques y cómo las presiones a estos ecosistemas tienen un vínculo con la llegada de nuevos virus que antes permanecían en equilibrio en las selvas. Con los inicios de las cuarentenas en cada país se pensaba que la naturaleza podría descansar. Sin embargo, en muchos casos ha ocurrido todo lo contrario.
“Las presiones se han incrementado por la falta de control. Por ejemplo, en la Amazonía se disminuyó la capacidad de reacción estatal con la llegada de la pandemia. Los ilegales de la madera y la minería tienen más facilidades para destruir”, comenta Candido Pastor, director regional de Pueblos Indígenas y Comunidades Locales de Conservación Internacional.
Bosques peruanos
“Una cancha de fútbol en la Amazonía peruana puede contener más especies de árboles que todo Norteamérica. Cada hectárea de bosque amazónico perdido resulta en una pérdida de biodiversidad mucho más alta que la de cualquier otro ecosistema terrestre”, afirmó Varun Swamy, ecólogo indio que trabaja en la selva tropical de Perú.
Swamy menciona que los bosques tropicales son grandes captadores de dióxido de carbono y si se pierde esa función, la concentración de este gas en la atmósfera aumentará y acelerará más el calentamiento global y el cambio climático. También recuerda que los bosques tienen una función muy importante en la lluvia pues encima del dosel amazónico corre un “río aéreo” creado por la transpiración de los árboles.
Si esos motivos no son suficientes, el ecólogo considera otro tipo de beneficios que pueden parecer más cercanos a las personas como el uso de las plantas domesticadas que vienen de estos bosques y su contribución a la elaboración de medicinas.
Para el científico, si se compara a la Amazonía peruana con la brasileña, la primera está mejor. Aún así, tiene amenazas muy serias que han resultado en altas tasas de deforestación en los últimos 20 años. La principal es la minería de oro ilegal, aunque también hay que considerar la legal, que está destruyendo la selva, convirtiéndola en desiertos y pozos en el sur del país, principalmente en la región de Madre de Dios. También hay otros problemas como la construcción de carreteras que abren el bosque a otras actividades como la agricultura y la extracción de madera.
Miguel Pacheco es el coordinador de Recursos Naturales y Medios de Vida de WWF Colombia, pero es peruano. Asegura que ambos países tienen similitudes en cuanto a los motores de deforestación, pero que en Perú no está la variable de conflicto armado. “En Perú se registran aproximadamente 150 000 hectáreas de pérdida de bosque al año, un poco menos que en Colombia pero con procesos muy similares como la ganadería. Por otro lado se está dando un incremento en los cultivos agroindustriales de palma”, comenta y coincide con Swamy al citar el caso de Madre de Dios con el oro ilegal y el “lavado de dinero para grupos narcotraficantes”.
Otro tema que llama la atención del investigador Varun Swamy es que con un sobrevuelo o una imagen satelital se puede pasar por un bosque que parece totalmente intacto, que tiene su dosel y no ha sido talado; pero podría no tener fauna nativa, en especial animales grandes que tienen funciones ecológicas muy importantes por su interacción con la vegetación.
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