En la noche del miércoles 15 de agosto el terrorismo canalla enquistado en la zona del VRAEM volvió a atacar, dejando cinco soldados muertos y al menos siete gravemente heridos como resultado de una emboscada a una patrulla del Ejército cerca de la base militar acantonada en Mazángaro, localidad situada en la provincia de Satipo de la región de Junín. No está claro si hubo también bajas entre los terroristas.
Los cinco soldados caídos eran jóvenes de todas nuestras sangres: el Sgt. 2° William Tuesta, de 23 años, natural de Chiliquín, Chachapoyas; el Sgt. 1° Ever Chávez, de 25 años, natural de Pampa Hermosa, en Ucayali; y tres soldados del servicio militar: el Sgt. 2° Fabián Fonseca, de 22 años, natural de Cutervo; el
Sgt. 2° Segundo Amasifuén, natural de Lamas; y el cabo Junior Pozo Ñaupa, de 19 años, natural de La Mar. Honor a ellos.
Está muy claro que este remanente terrorista carece de mayores perspectivas, pero es verdad que ha desarrollado la suficiente experiencia como para causar bajas crónicas a nuestras fuerzas de seguridad. Para ello aprovecha su antigua implantación en la región y de su buen conocimiento del terreno, de sus relaciones íntimas con el narcotráfico y el uso de mejores armas y técnicas de emboscada.
Se trata de un grupo terrorista que sobrevivió a la caída de Abimael Guzmán en 1992. Han transcurrido desde entonces veinte años. No han avanzado más allá del VRAEM, pero han asentado y fortalecido su capacidad de acción en la zona. Si bien se trata de una herencia del fujimorismo de los años 90 –década en la cual el remanente se convirtió en quiste–, los gobiernos democráticos comparten la responsabilidad por no derrotarlos a tiempo.
A futuro, el peor escenario que podría presentarse como resultado de no haber terminado a tiempo con el terrorismo del VRAEM es la posibilidad de una convergencia o interacción de este con la rama gonzalista del senderismo, que actúa o pretende actuar en la legalidad en todo el país. Prevenir esta posibilidad es una prioridad que no se debe descuidar y debe afrontarse con lucidez y oportunidad.
Derrotar definitivamente al terrorismo del VRAEM es un compromiso que el gobierno debe cumplir. Sería inaceptable que entre los pasivos legados a un siguiente gobierno se hallara todavía este problema. No obstante, mirémonos en el espejo de Colombia: puede ocurrir. Por ello, hay que trabajar en serio, exigiendo el cumplimiento de metas. Una de ellas, a corto plazo, debe ser reducir ya, al mínimo posible, las bajas entre nuestros jóvenes