El Concejo de Regidores de la Municipalidad Metropolitana de Lima acaba de derogar, por unanimidad, tres ordenanzas que aceleraban la instalación de nuevas industrias en la zona agrícola colindante al Santuario de Pachacámac, permitiendo cambios de uso del suelo y una estructuración de vías que habría significado la destrucción del valle bajo de Lurín. En los últimos 10 años, esta zona agrícola denominada Trapecio de Lurín ha recibido fuertes presiones inmobiliarias e industriales, que encontraron su legitimación en el último semestre del 2010, cuando se aprobaron las ordenanzas 1403, 1408 y 1409 sin consulta a los vecinos y sin evaluación de impacto ambiental.
En efecto, el valor de este trapecio no es solo agroecológico, sino también paisajístico y cultural, en tanto que se encuentra en la zona de amortiguamiento del Santuario de Pachacámac y ha sido incluido como zona de protección en el Plan de Manejo del Santuario que el Ministerio de Cultura ha presentado a Unesco para que dicho sitio arqueológico integre la lista de patrimonio mundial. Su afectación por actividades urbanas e industriales habría perjudicado esta nominación.
La derogatoria de las ordenanzas es un primer paso para restablecer el principio de autoridad en el ordenamiento de la ciudad: los cambios de uso del suelo en zonas ecológica e históricamente importantes no se hacen a pedido del cliente ni tampoco sin estudios previos. La derogatoria es también una oportunidad para empezar un proceso de reorientación del crecimiento urbano e industrial en la zona que liderará la Municipalidad de Lima, en concertación con los alcaldes distritales y los diversos actores económicos y sociales.
En este sentido, se requerirá avanzar hacia la creación de una gran reserva agroecológica de valle y lomas, una suerte de gran parque rural que oxigene la mancomunidad de Lima Sur, promoviendo la intangibilidad de las tierras agrícolas, apoyando la agricultura orgánica de alta rentabilidad, articulando los pequeños productores a restaurantes y bioferias, y fomentando la inversión en negocios recreacionales y turísticos que se integren al paisaje, como parques temáticos, hoteles, hospedajes, centros de convenciones y restaurantes, entre otros.
Si Lima decide seguir creciendo hacia el sur, en las pampas de San Bartolo, uno de los grandes desafíos será conciliar este crecimiento con la conservación y puesta en valor del valle de Lurín. Mi visión, en este sentido, es la de diseñar una ciudad nueva, verde, ecoeficiente, con transporte sostenible, que privilegie el espacio público y financie la puesta en valor del patrimonio ecológico y arqueológico cercano por medio de un esquema de plusvalías urbanas y pago por servicios ambientales.
Esta visión no puede alcanzarse impulsando una zonificación del suelo en las pampas que responda a proyectos inmobiliarios particulares sin visión de conjunto y sin un enfoque ambiental, como algunos pretenden hacer. Se generaría una nueva expansión sin calidad urbana, rentable para sus promotores y funcional para otros fines pero costosa para todos los vecinos.
Si Lima pretende subir en el ránking de competitividad y sustentabilidad, atrayendo a más y mejores inversiones, debe empezar por invertir en proyectos urbanos de calidad mundial.
Anna Zuchetti, Presidenta Del Servicio De Parques De Lima, Serpar