Habla el sobreviviente

Rubén Ariza Morales, de 29 años, lleva 1 año y 10 meses postrado en una cama del Hospital Central de la Policía. Ocho impactos de bala lo dejaron parapléjico. Los médicos tuvieron que cortar y coser varias partes de su cuerpo para sacar las esquirlas.

Un proyectil le perforó el pulmón izquierdo y otro le rozó la médula espinal. Debido a las constantes fiebres, cuadros de hipertensión e infecciones urinarias perdió el riñón izquierdo.

Pero su memoria está intacta.

Ariza es el único sobreviviente de la feroz balacera desatada entre guardaespaldas de Manuel Sánchez Paredes y de sus propios hijos frente al Poder Judicial de Ica, el 3 de febrero del 2011.

El tiroteo dejó tres muertos regados en la vía pública y a plena luz del día, pero sorprendentemente el caso continúa impune.

El pasado 14 de noviembre, un fiscal que no llevaba ni 2 meses en el cargo, César Pecho Peche, excluyó de las investigaciones a Manuel Sánchez Paredes y a sus hijos Fidel, Carlos, Simón, Manuel Andrés, Miguel y Lola Sánchez Alayo (CARETAS 2259).

Padre e hijos estaban enfrentados a muerte por la administración de la compañía minera San Simón, pero en las declaraciones fiscales que brindaron negaron conocer a los guardaespaldas acribillados.

El doctor Pecho Peche tomó como ciertos estos testimonios y concluyó que no se puede probar que estuvieran involucrados en los hechos luctuosos.

Ariza sostiene lo contrario. “Hay pruebas contundentes de que hemos trabajado para los Sánchez Alayo”, declaró a CARETAS. “El sol no se puede tapar con un dedo. Sobreviví y ahora puedo contar mi historia”.

Es la primera vez que declara a un medio de comunicación. “Estoy vivo de milagro, pero tampoco voy a esconderme”, dice y añade: “Quiero decir la verdad”.

CONTACTO EN TRUJILLO
En 2011, Ariza cursaba el último año de Derecho en la Universidad San Martín de Porres. Era diestro en las artes marciales como el judo y el jiu jitsu.

En sus ratos libres se ‘cachueleaba’ como seguridad en fiestas y conciertos, aprovechando su 1.80m de estatura y poco más de 100 kilos.

Primero lo hizo para empresas menores que no pagaban más de S/. 50 la noche, luego para agencias reconocidas como VIPS o 911.

“Ahí conocí a ‘Chicho’ (Julio Díaz Bustamante), quien era una suerte de eminencia en el mundo de la seguridad por su experiencia. Tarjeteaba a los empresarios directamente y así ganaba clientes”, dice.

A inicios de ese año, ‘Chicho’ lo llamó para un trabajito. Debían viajar a Santiago de Chuco, en La Libertad, para resguardar a los Sánchez Alayo que habían obtenido un fallo judicial que les otorgaba la administración de San Simón. Esto ocurrió el 26 de enero.

“Ahí apareció Alejandro Argüelles, socio de la empresa VIPS, que a su vez tiene un brazo llamado Protección VIPS, que proporciona seguridad a las minas de los Sánchez Alayo. No es gente corpulenta, sino hombres de resguardo armados”, sostiene.

Y continúa: “Como los Sánchez Alayo tenían problemas con sus propiedades y demás litigios, necesitaban gente de choque. Entonces a Argüelles se le ocurre llamar a ‘Chicho’ para un trabajo especial”.

En una carta enviada a CARETAS 2169, Argüelles alegó que VIPS Group Service prestó servicios para San Simón desde el 27 de enero al 21 de febrero del 2011, pero negó conocer a Fidel Sánchez Alayo.

La mañana del martes 1 de febrero, ‘Chicho’ citó a Ariza en San Isidro y le propuso viajar a Ica para “cuidar a cinco abogados importantes. Había que esperar que salgan de la Corte de Justicia y procurar que nadie los toque ni digan nada”, relata.

Ariza aceptó y junto a otros 9 hombres llegó a Ica ese mismo día. Se alojaron en el Hotel El Embrujo. La empresa Fara Catering EIRL, de .Lola Sánchez Alayo, separó y canceló el hospedaje.

Fueron recibidos en esa ciudad por Carlos Gonzales Huamán (34) y Andrés Briceño Contreras (41). “Uno de ellos era seguridad de Fidel Sánchez Alayo. Obviamente Fidel no fue porque en su calidad de empresario no le correspondía”, asegura Ariza.

En su dictamen, el fiscal Pecho Peche asegura que los 10 guardaespaldas llegaron a Ica para asesinar a Gonzalo Alzamora, hombre de confianza de Manuel Sánchez Paredes que aguardaba obtener una nueva copia de exhorto que le devolviera la administración judicial de San Simón, la cual había sido sustraída por los abogados de los Sánchez Alayo, ese mismo martes 1.

Ariza lo niega. “Si hubiéramos querido matar o secuestrar a alguien habríamos viajado armados. Solo ‘Chicho’ y (Jorge) Navarro portaban pistolas y ambos murieron con las armas enfundadas”, afirma.

LA EMBOSCADA
El jueves 3 de febrero, se encontraban por las inmediaciones de la Plaza Sebastián Barranca, cuando la muerte los tomó por sorpresa.

“Unas mujeres coquetas se acercan para distraernos. Eran la carnada. De pronto se estacionó una camioneta y sus ocupantes provocan con insultos a Navarro que era el más fornido. Ahí es cuando ‘Chicho’ interviene y Fabio Bernal se ‘achora’. Entonces los otros extraen sus armas y abren fuego”, cuenta Ariza.

“Se ensañaron conmigo y vaciaron la cacerina en mi cuerpo”, recuerda. “Al rato llegó el policía Ademir Vásquez y abracé su pierna, no lo soltaba. Le rogaba que me auxilie”. Murieron ‘Chicho’, Navarro y Bernal.

Los pistoleros resguardaban a Alzamora. Diversas versiones indican que fueron contratados por Manuel Sánchez Paredes, pero el fiscal Pecho Peche dice que esto no se pudo probar. Continúan libres.

El testimonio de Ariza fue confirmado por Jacqueline Rivera, esposa de ‘Chicho’, quien declaró al programa Cuarto Poder, el domingo último, que los guardaespaldas fueron contratados por los hermanos Sánchez Alayo.

“Hay un autor mediato que mandó a esos sujetos a matarnos. Y está claro quién es. ‘Chicho’ hizo un contrato con los Sánchez Alayo y nunca nos explicó cómo era la vaina. Solo preguntó si nos apuntábamos”, insiste Ariza.

CARETAS supo que la Fiscalía Suprema de Control Interno abrió investigación preliminar al fiscal Pecho Peche por inconducta funcional.

Ariza solo espera que se haga justicia. Porque para él, la decisión de librar a Manuel Sánchez Paredes y a sus hijos de lo sucedido en Ica es un crimen, como el perpetrado el día en que quedó parapléjico. (Américo Zambrano, Álvaro Arce)