Uno de los objetivos más ambiciosos de Devida se acaba de cumplir como parte del proceso de poserradicación de coca en la zona del Alto Huallaga, con énfasis en la zona del Monzón: se suscribieron actas de entendimiento con pobladores de esa zona, a donde el Estado no llegaba hace más de 30 años. La jefa de Devida, Carmen Masías, confía en que también se recuperará el Vraem.
¿Cuánto se ha avanzado en convertir esta zona del Huallaga, cocalera, en una productiva?
En el cambio de mentalidad y en que la gente asuma la idea de que hoy el Perú es otro, porque el Estado llega más o tiene mayores recursos, se ha avanzado en 80%. En lo que se refiere al trabajo efectivo, de desarrollo alternativo, se avanzó entre 40% y 45%. Acuérdese que cuando se erradica no basta decir, por ejemplo, se erradicaron 16,000 hectáreas. No, hay una resiembra, y esta llegaba hace cinco años al 90% y hoy es de 45%. Por eso el énfasis en llegar con desarrollo lo más rápido y con mayor cobertura.
¿Cuál es el trabajo específico de Devida, que no es solo erradicación y control de la oferta, sino también desarrollo de cultivos alternativos?
Devida desarrolla un trabajo de articulación de tres componentes. Uno se refiere al desarrollo alternativo con inclusión y sostenibilidad; el otro es el componente de prevención y tratamiento; y el tercero, de control de la oferta. Actuamos a través de los sectores, pues en el Consejo Directivo de Devida hay nueve ministros. La articulación con el Ministerio del Interior es muy importante, porque cuando hablamos del Monzón y otras zonas con alta densidad de coca se coordina para erradicar. Esta labor la realiza el sector Interior y el Corah, y se dirige desde Devida.
La presencia multisectorial del Estado muestra resultados alentadores. ¿Cómo se articula una propuesta coherente para enfrentar el problema?
En esta gestión de gobierno, Devida ingresa a las comunidades, incluso antes de la erradicación, con un programa de desarrollo para cada una.
Obviamente hay resistencias, pues se trata de gente que por 40 años sembró coca y utilizó agroquímicos, y se resiste a dejarlos. Hay otros sembríos de subsistencia, pero en realidad son pocos y no tienen mercados, por eso hay que trabajar con ellos.
¿Qué tan complejo es pasar de un monocultivo (coca) al cultivo de productos como café y cacao, por ejemplo?
Es muy complejo. Cuando se siembra coca, se utilizan agroquímicos, se daña el suelo, y para eso hay que hacer una recomposición de este, ver qué se puede sembrar. El gran conflicto son las décadas en las que no se hizo ningún cambio y la expectativa actual de la gente que quiere que cambie todo en una semana.
¿Usted diría que ahora hay un respaldo político más fuerte a este trabajo?
Por supuesto, cuando empezamos esta labor había un profundo rechazo de la población en el Monzón y los alrededores. Ahora son 41 comunidades, de 100, que van a firmar convenios. Las otras 49 están animadas a hacerlo debido al éxito alcanzado. Cuando ingresamos, lo hicimos con la seguridad de que había autoridades y población que querían el cambio. Lo primero que se hizo fue la instalación de tres comisarías: en Cachicoto, Palo de Acero y el mismo Monzón. Erradicamos, promovimos desarrollo y dimos seguridad. Eso está permitiendo recuperar el valle del Monzón, que era el bastión cocalero del Alto Huallaga.
¿Cómo se ha llevado el Estado a estas zonas?
Con las Caravanas por el Desarrollo y la Inclusión llevamos al Reniec porque descubrimos que había un porcentaje muy alto que no tenía DNI. Sabíamos que si esta población “no existía”, no podía ser parte de los programas sociales. Hoy 3,227 niños son beneficiados con Qali Warma; Juntos apoya a 1,899 pobladores y las personas que participaron en las cinco caravanas suman 13,000. También se brindaron 5,500 atenciones médicas.
El trabajo impulsa lo productivo, pero ¿cómo avanza la conectividad?
Impulsamos el desarrollo de trochas carrozables, pontones, y también se instalaron bibliotecas, telecentros, teatro, cine, cuentacuentos, cultura. Y ahora la gente accede a postas, comisarías, farmacias.
¿Percibe que existe un combate más integral contra el narcotráfico y la ilegalidad en general?
Definitivamente, y se ve con la minería ilegal que mueve más recursos incluso que el narcotráfico. Por eso digo que ningún gobierno ha atacado antes, de forma tan frontal, la ilegalidad. Y no hablo solo de narcotráfico, sino de minería ilegal, tala, deforestación, trata, lavado de activos.
Este año se enfatizará en el trabajo de erradicación en el Vraem, donde la presencia de remanentes del terrorismo dificulta esta tarea. ¿Cuál es la meta?
Déjeme decirle que en el Vraem nunca se ha erradicado. Además, el principal obstáculo es el narcotráfico, no el terrorismo. Los remanentes están absolutamente convertidos en sicarios. No hay ideología. Cuando se captura a estos cabecillas se les decomisan miles de dólares que son producto del narcotráfico, y sí hay una colusión entre ellos. Somos conscientes de que capturar a estos cabecillas que se mueven en territorios inaccesibles allana el camino para ingresar con desarrollo, pero hay que ser claros: sin erradicación no puede haber éxito. El Vraem ha recibido en los últimos cinco años 1,800 millones de nuevos soles para desarrollo.
¿A qué áreas se destinaron estos recursos?
Básicamente a infraestructura, y eso nos demuestra que el desarrollo no es solo inyectar dinero. Se trata de cambiar mentalidades, conductas, que es lo que se está haciendo en el Monzón.
¿Se aplicará este mismo modelo en el Vraem?
En esencia sí, pero con variables. En el Monzón descubrimos que el 51% era pobreza total; el 27%, pobreza crítica y el 10%, analfabeta. Lo primero que hicimos fue hablar con la gente, buscar el afecto, que es milagroso. La coca no les ha dado nada, empobreció la tierra, hay una deforestación espantosa y son poblaciones que se degradaron porque tuvieron que defenderse del narcotráfico, Sendero, o coludirse, mientras cuatro o cinco personas se hacían ricos a costa de la población que permanece pobre.
¿Cuáles son los productos alternativos que más han crecido? ¿El cacao es el más prometedor?
El cacao demora tres años en desarrollar, de modo que al principio no. Se impulsa el desarrollo de productos de subsistencia: frijol de palo, plátano, que le da sombra al cacao, biohuertos, que hay 845 instalados. También se enseñó a la gente a consumir verduras y se brindó capacitación nutricional.
¿Y cuál es el mercado natural para estos productos?
Básicamente los mercados locales de Tingo María y Lima. Las zonas que han vivido de la coca no van a exportar de pronto, su producción es de autosostenimiento, aunque algunas empresas locales venden el plátano para chifle y otras ya lo producen (Gabriel Valdivia/ El Peruano).