Aunque para muchos la única manera de lograr prosperidad en el valle del Alto Huallaga es a través del narcotráfico, Néstor Marino Rodríguez puede decir orgulloso que apostó por el desarrollo lícito y ganó, pues la línea de sus productos lácteos “Don Marino” ha ingresado con mucho éxito en el mercado regional.
Tocache, Uchiza, Aucayacu, localidades rurales del Alto Huallaga, y hasta Tingo María han caído rendidos ante el nuevo “boom” del yogurt, mantequilla, manjar blanco, queso, natilla y los sabrosos chupetes lácteos que maneja la empresa.
Diariamente este exitoso productor compra más de 250 litros de leche a los pequeños ganaderos de la zona, porque lo que produce el establo de Marino, no abastece la capacidad de producción de la planta.
“Opero con todas las de la ley. El negocio está inscrito en Registros Públicos, emito facturas, boletas de venta, pago mis impuestos a la SUNAT, y lo más importante, cuento con garantía. Las instituciones financieras de la zona, ahora me buscan para otorgarme créditos”, señala muy orgulloso el pequeño empresario.
Inicios inciertos
Pero don Marino no empezó así. Hace 21 años llegó al Alto Huallaga junto a su familia, con sólo la ropa que traía puesta y muchas ilusiones de salir adelante.
“Mi tierra natal es la provincia de Rodríguez de Mendoza, en la región Amazonas. Vine al Alto Huallaga porque me dijeron que aquí se podía hacer dinero rápido y sin mayor esfuerzo. Eran los años del boom del narcotráfico. Pero yo no caí en eso sino que comencé a trabajar en Santa Lucía, en el año 1990, como cosechador de racimos de palmera, en la empresa Palmas del Espino, en Santa Lucía”, evoca.
Sin embargo, con el transcurso de los años notó que poco podía ofrecer a sus hijos si seguía ese camino, de modo que renunció a su trabajo y empezó una aventura empresarial que ahora le da grandes satisfacciones personales y familiares.
“Mis tres hijos ya son jóvenes. Con las utilidades de mi pequeño negocio les estoy dando un futuro profesional. El mayor estudia industrias alimentarias en la Universidad Agraria La Molina, en Lima; y le ha agarrado tanto cariño al negocio que se decidió por esa carrera”, señala el próspero empresario cuando habla de su sucesor.
La camioneta de carga de la empresa de don Marino recorre, diariamente, más de 200 kilómetros para distribuir el producto. También cuentan con una moderna planta de procesamiento, un pequeño establo donde 15 vacas abastecen de 200 litros de leche y tres trabajadores en planilla.
Sin embargo, aún recuerda también los años difíciles, cuando veía cómo otras personas hacían dinero rápido a través del narcotráfico. Confiesa que tuvo ganas de dejar todo lo que le costó tanto esfuerzo iniciar, pero el amor a su familia siempre le dio fuerzas y no se arrepiente.
“Las oportunidades están a la mano de todos, podemos hacer empresa con la producción agrícola y ganadera, sólo tenemos que decidirnos”, sentencia finalmente Marino Rodríguez.
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