La reacción airada de los voceros del gobierno a la recomendación de una embajada que sugirió a sus connacionales estar alertas ante un potencial peligro de secuestro en Cusco ha graficado el nivel de desconocimiento del problema terrorista o, tal vez, simplemente reveló el error muy difundido de subestimarlo.
¿Cuál es la situación actual del terrorismo en la región cusqueña? Analicemos los tres últimos años. El 2010 comenzó con la incursión de un pelotón terrorista a Pacaybamba, donde se quedaron dos semanas hablando sobre “los nuevos lineamientos del partido” y organizaron varias bases de apoyo; vale decir, completaron el trabajo político, el previo a la acción armada. Meses después, esta operación se repitió en Acconcharca, Huallhuapampa y Villa Virgen. Estos centros poblados se ubican en el distrito de Vilcabamba (La Convención-Cusco). También se reportaron acciones armadas en Pichari y Quimbiri, distritos convencianos que forman parte del Vraem. El año terminó con una emboscada en la comunidad de Compiro, Kepashiato, donde murió un policía.
En el 2011 se reportaron cinco incursiones armadas. La más letal ocurrió el 4 de junio en Choccetira, Vilcabamba, donde fallecieron cinco miembros del Ejército.
La escalada terrorista llegó a su clímax en el 2012. Solo en esta región de Cusco se produjeron 25 ataques que dejaron 12 muertos y 30 heridos graves en las fuerzas del orden. Muchas de estas bajas se dieron en el contexto del segundo secuestro de los trabajadores de Camisea, ocurrido en abril, inmediatamente después de la temporada de lluvias.
Es posible que para algunos voceros del gobierno los lugares mencionados les resulten muy lejanos y hasta desconocidos. Probablemente ni recuerden el levantamiento armado de campesinos que organizó Hugo Blanco en esta zona.
Pero si trazamos una ruta desde Vilcabamba hasta Machu Picchu, veremos que los separa solo cinco horas a paso de camión. ¿Entonces, es posible el secuestro de turistas o cualquier otra acción terrorista en el centro arqueológico más visitado del país? La respuesta es, definitivamente, sí.
Ahora bien, ¿por qué los estadounidenses estarían amenazados? La respuesta está en las listas de blancos militares de los terroristas en las que están, por su cooperación en la lucha contra las drogas, muchas empresas y organismos de ese país.
En el secuestro en Kepashiato, en abril del 2012, vimos que los mandos terroristas tienen cierta adicción mediática. Está dentro de sus fines políticos llamar la atención de los medios de comunicación para decir que existen y están en condición de atacar a los hijos del “imperialismo yanqui”.
Si ocurriese esto, la magnitud del daño a la industria del turismo y a la marca Perú sería apocalíptica. La pregunta cae de madura: ¿Qué es mejor, una recomendación colgada en la web para poner las barbas en remojo o el lamento posterior de una tragedia advertida?
El gobierno ha desembolsado más de S/.1,000 millones en las operaciones antiterroristas del Vraem. Lamentablemente, las Fuerzas Armadas no han podido detener el avance de estos criminales que, como hemos visto, hace tiempo están en Cusco y cada vez más cerca de Machu Picchu.