Estudio del Ministerio de Educación rompe mitos sobre los adolescentes

Un reciente estudio del Ministerio de Educación (Minedu) sobre los Mitos y Realidades de los adolescentes y su aprendizaje, muestra que la mayoría de estereotipos que se tiene de este sector poblacional son solo mitos y que rompiendo con estos se podrá conocer a los adolescentes y saber qué tipo de educación necesitan, con lo cual se contribuirá en su desarrollo.

Los resultados del estudio han sido expuestos en el ciclo de conversatorios “La Secundaria que queremos construir” organizado por la Dirección de Educación Secundaria del Minedu. La ponencia estuvo a cargo de la sicóloga María Angélica Pease, jefa de la Oficina de estudios para las Mejoras Académicas de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), con la colaboración de Ana Cecilia Cubas y Liz Ysla.

El primer gran mito que se debe romper es considerar la etapa de la adolescencia como rebeldía, sostiene Pease. La idea de adolescencia como época de rebeldía se remonta a inicios del siglo pasado, con el surgimiento de la teoría planteada por Hall (1904) quien afirmaba que los jóvenes, en su intento de ajustarse a las exigencias de la vida adulta empezaban un periodo de “tormenta y estrés”.

“Sin embargo, el estudio de la adolescencia en distintas culturas no solo cuestiona lo generalizable de dichas características sino también la duración de la adolescencia misma” afirma María Angélica Pease, a la vez que se refiere al estudio de Margaret Mead sobre los adolescentes en Samoa (1950), el cual relativizó la teoría de Hall, pues encontró que los adolescentes en Samoa difícilmente exhibían los signos de estrés y conflicto de sus pares occidentales de esa época. Por el contrario, mostraban relaciones sociales armónicas, exploraciones sexuales desinhibidas, libres de culpa, temor y sanciones sociales.

La sicóloga se refiere también a otro mito clásico, la universalidad de la adolescencia. La observación de comunidades no occidentales ha podido establecer que la duración de la adolescencia puede variar dependiendo de cada individuo y de los entornos en el que éste se encuentra y cómo aprende de su entorno. Si bien la adolescencia como transición a nivel biológico genera cambios corporales, ésta no está marcada por biológicamente.

Otro de los mitos más extendidos respecto al inicio y fin de la adolescencia es que los cambios suceden al unísono y relativamente pronto, pero muchos suceden al final de la primera década de vida y algunos, asociados a cambios cerebrales no se dan hasta mediados de la segunda. Lo que define a la adolescencia es el constante cambio, cuya duración no está determinada biológicamente.

El estudio refiere que el final de ésta sucede en función de criterios de desarrollo psicosocial y conductual (Sturman y Moghaddam, 2011) y se prolonga cuanto más la persona decide esperar antes de iniciar una carrera profesional, tener una pareja estable e hijos (Dahl, 2004).

Asimismo, añade María Angélica Pease, la adolescencia supone una serie de cambios a nivel cerebral, pues está demostrado que el cerebro es más flexible y menos estático de lo que originalmente se pensaba.

Otro mito es pensar que los adolescentes de alguna manera se “vuelven” abstractos, como si dicha conquista fuera un logro evolutivo semejante al caminar o hablar. Esta idea es tan extendida que alimenta el desarrollo de políticas y prácticas que presuponen, no que los adolescentes deben tener espacios para ejercitar sus nuevas maneras de pensar sino más bien hacer uso de ellas, como si fueran conquistas que suceden más allá del estímulo del ambiente.

Lo que sucede con los adolescentes y que no existía antes es que, a diferencia de los niños, tienen el potencial de manejar eficazmente su propio pensamiento (Kuhn, 1999) y reflexionar acerca de distintas posibilidades respecto a las propias ideas y a las ideas del otro. El motor de este cambio tiene que ver con que emerge con más consistencia la posibilidad de pensar respecto al propio pensamiento para ejecutar operaciones en las operaciones (1958).

Un extendido mito de la adolescencia es que a esta edad los padres pasan a ser poco importantes. Si bien los adolescentes necesitan sentir que gobiernan sus vidas y a veces las órdenes o indicaciones de sus padres les significan intromisiones en su vida personal (Grossmann y August-Frenzel, 1991), el rol de los padres resulta fundamental en la adolescencia como fuente de seguridad y apoyo.

No es que se prescinde del adulto, sino que su rol en la vida del adolescente cambia, dado que, necesitan mucho más guía, seguridad y apoyo por parte de sus padres para contar con un espacio contenedor que les permita ejercitar y aprender la autonomía.

Estos mitos, y otros más referidos en el estudio del Minedu, tienden a influir sobre las concepciones y decisiones no solo de padres de familia sino de docentes y de quienes desarrollan políticas educativas. De este modo se perpetúan a sí mismos y promueven una imagen de los adolescentes y sus aprendizajes que no corresponde necesariamente con su realidad.

El siguiente y último conversatorio será el próximo jueves 13 de diciembre en el Centro Cultural José María Arguedas, ubicado en Av. Arequipa 2985, San isidro.