El Gobierno ha anunciado políticas públicas que buscan incluir a las comunidades indígenas en el sistema de salud nacional. Sin embargo, una mala aplicación de estas se traduce en un incipiente acercamiento a los pueblos nativos. ¿En qué nos estamos equivocando?
Koshi es una mujer shipiba- koniba del centro poblado 9 de Octubre (distrito de Tahuania, provincia de Atalaya, región Ucayali), una comunidad en la que solo viven 121 personas. Ella está embarazada, y a pesar de que todas las mujeres de su comunidad le recomendaron que de a luz con la partera, ella optó por atenderse en la posta más cercana.
Para esto tuvo que viajar dos días por balsa hasta llegar a un frío e impersonal establecimiento, en el cual solo existe un técnico enfermero para atender a seis comunidades. Cuando llegó, Koshi se topó con una inesperada sorpresa: el profesional de la salud la hizo echarse en una cama para dar a luz, e incluso le quería poner una inyección en la espalda, para reducir los dolores.
Koshi había crecido viendo como las mujeres de su comunidad daban a luz de pie, en cuclillas. Dar a luz echada no tenía ningún sentido para ella.
SISTEMA DE SALUD
Así como Koshi, miles de hombres y mujeres peruanos de pueblos indígenas se topan con un sistema de salud occidental incomprensible en el mejor de los casos y discriminador en el peor de ellos.
Además de las dificultades de acceso y el poco abastecimiento de los centros médicos en cuestión, esta situación genera que las poblaciones indígenas desconfíen del sistema de salud occidental, por lo que terminan evitándolo.
Esto acarrea serios problemas, tales como muertes maternas y poco control sobre enfermedades letales como el VIH, problemas frente a los cuales el Estado poco o nada puede hacer.
Esta es la realidad, a pesar de que el Ministerio de Salud ha dictado políticas sanitarias específicas para abordar el tema de la interculturalidad. Como en la mayoría de los casos, las buenas iniciativas se quedan en el papel por culpa de una inadecuada puesta en práctica.
¿PLURICULTURAL?
El Ministerio de Salud -a través del Centro Nacional de Salud Intercultural (Censi)- ha planteado propuestas de salud intercultural pioneras en la región. A través de la Estrategia Sanitaria Nacional Salud de los Pueblos Indígenas, Censi planteó adecuar los servicios de salud hegemónicos a los contextos culturales diferentes.
Entre otras propuestas, el Censi promueve la atención del parto vertical, la implementación de casas de espera para facilitar el acceso a la atención del parto institucional; la norma de la Transversalización del Enfoque de Género, Interculturalidad y Derechos en Salud o la Guía de Salud Reproductiva con Enfoque Intercultural.
El hito más reciente del Censi al respecto es la Política Sectorial de Salud Intercultural, documento publicado en el 2013 que plantea cuatro políticas para adecuar los servicios de salud a los grupos culturales indígenas. Las políticas buscan asimismo que el sistema de salud convencional se nutra de los conocimientos ancestrales sanitarios de los pueblos originarios del Perú.
La propuesta del Censi es tan progresista que incluso exige que el documento sea discutido con la participación de las organizaciones de los pueblos indígenas, lo cual ya se ha realizado. El Minsa se comprometió a incluir las perspectivas indígenas en un nuevo documento de trabajo.
DISTANCIADOS
Todo esto suena idílico hasta que vemos la realidad. Según Daniel Sánchez Velásquez, jefe del programa de Pueblos Indígenas de la Defensoría del Pueblo, las normas no se reflejan en una adecuada atención intercultural a los pueblos indígenas amazónicos.
«En las supervisiones hechas por la Defensoría tú puedes encontrar que hay zonas en las que a pesar de que tienen el instrumental para el parto vertical -que es una forma tradicional de dar a luz- esta no necesariamente ha sido aplicada en los centros de salud que tienen población indígena. De nuestra supervisión, de los 47 establecimientos en los que revisamos solo siete habían realizado partos verticales en los años 2013 2014».
Según Sánchez, cuando veían el instrumental que servía para apoyar a las mujeres a dar un parto vertical, muchos de estos eran utilizados para colgar la ropa y los mandiles.
Es decir, probablemente Koshi si pudo dar a luz de una manera que ella consideraba correcta y en la cual se sentía cómoda. Sin embargo, los instrumentos que la ayudarían en su labor de parto estaban siendo usados para secar el mandil del enfermero. O de repente el enfermero sencillamente no conocía esta manera alternativa de dar a luz.
Sánchez Velásquez categoriza las ineficiencias empíricas de la propuesta de salud intercultural en tres grupos: estructurales, de gestión y de relación entre el funcionario de salud y el paciente indígena. El problema estructural radica en que se aplica un criterio demográfico para atender a las comunidades nativas (se asigna un enfermero para 18 comunidades que suman mil personas, comunidades separadas seis horas entre ellas) cuando se debería de aplicar un criterio geográfico (operarios sanitarios asignados a cierto terreno).
El problema de gestión es más complejo: no se cuenta con medicamentos básicos para tratar enfermedades comunes en la selva. Conseguir estos medicamentos implica viajar uno o dos días al centro de salud de la capital, situación que deja en abandono a las comunidades que a su vez deben viajar muchas horas a las postas para ser atendidas.
Finalmente, el problema de mala relación entre el funcionario y el paciente representa el núcleo de las barreras culturales que impide la aplicación de una propuesta de salud intercultural. En primer lugar, no se asignan médicos a estas zonas. Solo existen técnicos de la salud que muchas veces no hablan la lengua del lugar y que -al igual que los demás profesionales de la salud peruanos- no han sido formados en materia de salud intercultural. No saben cómo reaccionar frente a personas que manejan otros paradigmas, por lo que no se ganan su confianza ni su respeto.
El distanciamiento cultural se traduce en jerarquías simbólicas (mi medicina científica es mejor que tu medicina natural), lo cual muchas veces aterriza en discriminación. Mientras tanto, los conocimientos milenarios de los pueblos indígenas son aprovechados en otros países con admiración.
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