Cada vez aparecen con más frecuencia noticias sobre Sendero Luminoso, como salpicadas, acá y allá. Son noticias que dejan claro, al menos, una cosa: no seguimos ante un fenómeno exclusivamente anexo al narcotráfico y circunscrito al Vraem, en el que el asunto ideológico es pura excusa. Sendero ha vuelto a ser algo más que el guachimán del narcotráfico y está suficientemente bien organizado como para haber reaparecido, simultáneamente, en varios y muy diferentes espacios de nuestra sociedad y territorio.
Acaso la expresión más cruda y contundente de lo anterior esté en esos niños recientemente rescatados en la selva de San Martín, quienes, en palabras de la ministra Ana Jara, entonaron, al ser liberados de los narcoterroristas, “cantos con letras subversivas de matar, de dar paso a una nueva república, de viva la guerrilla”. Sendero, como en sus terribles mejores tiempos, está nuevamente haciendo más que disparar: está penetrando conciencias e intentando fabricar fanáticos. Frente a esto, las armas de madera con las que entrenaban a estos niños son secundarias.
Las noticias, decíamos, también muestran una conectividad de las redes senderistas para operar. A través del Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef) los senderistas se están logrando infiltrar, como antaño, en organizaciones estudiantiles y sindicatos.
El Conare Sutep ha sido la rama del sindicato de profesores responsable de las paralizaciones acatadas por el 60% de los profesores en Ayacucho, 85% en Puno, 80% en Apurímac, 70% en Pasco y 60% en Ucayali. En el camino, naturalmente, han recurrido a la violencia: se han visto bloqueos de carreteras, 49 civiles heridos y contusos en Apurímac, intentos de tomar la Dirección Nacional de Educación de Ayacucho con palos y piedras, e inclusive perros muertos en las pistas de la ciudad de Juliaca. Tanto el presidente como el vicepresidente del Conare Sutep han declarado públicamente ser miembros del Movadef (el primero, Efraín Condori Ramos, participó del levantamiento aimara de marzo del 2011 que dejó 5 muertos, y es investigado por presuntos delitos contra el patrimonio y la seguridad pública). Parece ser, además, que siete de sus dirigentes regionales también son miembros de la organización. Para medir la gravedad del problema, baste con decir que el Conare Sutep tiene presencia en 18 regiones de nuestro país y que, mostrando hacia donde quiere ir Sendero,exige que se derogue el decreto supremo que impide a los docentes que purgaron condena por terrorismo su retorno a las aulas.
Luego está la cada vez más evidente presencia de Sendero en las universidades. Una muestra más de que la organización criminal está actuando con estrategia, priorizando nuevamente el lado ideológico y teniendo éxito. Las recientes declaraciones del rector de San Marcos en una entrevista a “La República”, en la que afirma que el Movadef es un hecho en su universidad y en muchas otras, son una prueba más en este sentido (por lo demás, la presencia revigorizada de Sendero es un secreto a voces en el ambiente universitario nacional).
Que estos brotes de la organización terrorista estén apareciendo en diversos lugares del cuerpo nacional, desde luego, no quiere decir necesariamente que estemos en riesgo de repetir la tragedia de los ochenta. Pese a todo lo que falta por lograr, el Perú de hoy es otro país que el de hace más de 20 años. Las “condiciones estructurales” que hicieron posible que el discurso senderista prendiera en amplios sectores del país en muchos casos no son ya más y en varios otros han sido, por lo menos, muy atenuadas. Una enorme mayoría de peruanos siente que en los últimos años han mejorado sus condiciones de vida y que, si las cosas siguen como van, pueden seguir haciéndolo en el futuro cercano. Nuestra tierra ya no tiene ese altísimo grado de fertilidad para el radicalismo y la violencia que alguna vez tuvo.
Pero lo anterior, naturalmente, no debe significar que tomemos el crecimiento y la repotenciación que está viviendo Sendero con tranquilidad. Sendero es una de esas especies venenosas de las que es mejor no tener nada. Y, de hecho, este es uno de esos temas en los que, a riesgo de pecar entre la exageración y la subestimación, nosotros recomendamos, con mucho, pecar de la primera.