El ataque de una patrulla militar policial a un vehículo lleno de civiles, en La Convención, Cusco, ha sido un error garrafal de las fuerzas del orden. Pero, peor todavía, es el intento de encubrimiento de las más altas autoridades castrenses –el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas– y del gobierno.
En lugar de reconocer el yerro, pedir disculpas a los agraviados y tratar, en la medida de lo posible, de reparar el daño, han insistido en la absurda versión de que ellos solo respondieron a una supuesta agresión que recibieron desde el microbús y que uno o más ocupantes son terroristas.
Relación con la población
Este gobierno se ha llenado la boca desde el comienzo, hablando de la existencia de una estrategia integral para combatir al terrorismo en la zona. Dicen, el presidente y los altos funcionarios, que parte sustancial de esa estrategia consiste en ganarse a la población invirtiendo cientos de millones de soles en obras y programas asistenciales. Eso, como he repetido varias veces en esta columna, es una necedad y no va a contribuir a derrotar a los senderistas.
Muchísimo más importante es la relación cotidiana de las fuerzas del orden con la población. Eso es realmente lo decisivo y ni el gobierno ni los mandos castrenses se ocupan en lo más mínimo del problema. Es decir, dejan que se cometan abusos sin prevenirlos ni castigarlos.
De eso se aprovechan naturalmente los terroristas para desarrollar su propia estrategia, incentivando la desconfianza y el resentimiento de la gente contra las autoridades. Eso les sirve para evitar que la población colabore con las fuerzas del orden y para obtener eventualmente ayuda, sobre todo en información e inteligencia.
De más está decir que este fue uno de los problemas más graves en la guerra antisubversiva desde comienzos de la década de 1980 y que posibilitó que la pequeña banda que dirigía Abimael Guzmán se convirtiera en un movimiento que amenazó la estabilidad del país. Es increíble que ahora, después de más de tres décadas, los militares no hayan aprendido.
Gran parte de la culpa la tienen también los políticos sobones e irresponsables, que con el argumento de defender a las fuerzas del orden justifican cualquier barbaridad y contribuyen al encubrimiento.
“Ya la cagamos”
El testimonio de Ricardina Ochoa, una de las víctimas, publicado en La República es revelador: “Escuché que una lluvia de balas cayó sobre la combi. Todos los pasajeros gritaban porque pensábamos que se trataba de un asalto o que eran terroristas. Entonces llegaron militares, algunos con uniforme de camuflaje y otros de civil. Casi todos estaban encapuchados. Nos gritaron que saliéramos de la combi.”
“Dos dedos de mi mano derecha estaban destrozados por un balazo y estaba completamente ensangrentada. Yo gritaba de dolor, pero igual que al resto me obligaron a tirarme al suelo.”
“‘¡Al suelo, terroristas de mierda! ¡Al suelo o les volamos la cabeza!’, nos gritaban. Estuvimos casi 20 minutos tendidos en el suelo, mientras revisaban nuestras cosas. Al ver que no encontraron nada, un militar dijo a su compañero: ‘¡Ya la cagamos! Ellos no son. Esta gente es conocida. Hay que comunicarlo’. Eso les escuché decir”. (9.5.13).
Versión absurda
A estas alturas, quedan pocas dudas de que fue un error de las fuerzas del orden. Por pura casualidad no mataron a los pasajeros, no porque fueron cuidadosos al disparar, como han afirmado los mandos militares.
Tanto la Fiscalía de la Nación como la alcaldesa de La Convención han desmentido que algunos de los pasajeros sean terroristas.
Un error de una patrulla de las fuerzas del orden en una carretera de una zona en emergencia, en la madrugada, puede entenderse, no justificarse.
Lo que es absolutamente inaceptable es el intento de encubrimiento del Comando Conjunto de las FFAA y del gobierno. A sabiendas de que era un error, han mentido y tratado de engañar a la opinión pública con versiones absurdas, como que un terrorista se trepó al techo del vehículo y empezó a dispararle a la patrulla. ¿De dónde salió? ¿Esperaba a la vera del camino para subir a la primera combi que pasara por ahí? ¿Era un suicida que se enfrentaba solo a decenas de efectivos? ¿Los militares tienen tan mala puntería que no le dieron al terrorista y sí a casi todos los pasajeros?
Ahora dicen que encontraron el fusil con que les dispararon. ¡Qué suerte más increíble! El primer comunicado del CCFFAA decía que era un G3. El segundo comunicado corrige y cambia: dice que es un HK 33E (la misma fábrica pero un calibre distinto). No se les puede creer con tantas mentiras y existe la sospecha de que plantaron el arma para justificarse.
El primer comunicado habla de “una patrulla mixta de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional”. El segundo de “personal de la Fuerza Armada”.
Lástima que el almirante José Cueto, que está haciendo un trabajo mejor que el de sus antecesores, no haya tenido el buen criterio y la entereza de admitir el error y pedir las disculpas del caso.