El valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem) se ha convertido, de lejos, en la parte del territorio nacional con mayor presencia militar y en permanente Estado de Emergencia.
En efecto, en el 2008 se formó el Comando Especial del VRAEM, integrado por el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. Este comando cuenta con un presupuesto cuyo monto se ha convertido en secreto de Estado, pero haciendo sumatorias básicas supera varios miles de millones de soles con los que mantiene a tres divisiones del ejército, a destacamentos de las fuerzas especiales, a los helicópteros, a más de 60 bases contraterroristas y, especialmente, a los gastos de inteligencia.
Después de un largo rosario de derrotas y tras un cambio importante de la estrategia podría decirse que se ha revertido la percepción de derrota frente al terrorismo. Sin embargo, no está ocurriendo lo mismo en el caso del narcotráfico.
El sentido común nos dice que ante tamaña maquinaria militar el tráfico de drogas debió retroceder. O, por lo menos, detener su crecimiento. O, bueno no seamos muy exigentes, que los traficantes sean un poco más pudorosos. Lamentablemente, nada de eso ha ocurrido.
Este valle sigue siendo la principal cuenca cocalera articulada al narcotráfico. Allí se procesan más de 200 toneladas de cocaína cada año y se incauta, a lo sumo, el 1%. Y no solo eso, también desde el año 2008 -mera coincidencia, supongo- los narcotraficantes se han sentido más seguros y han cambiado la ruta terrestre por los aviones.
Según DEVIDA, en el VRAEM se ha invertido tres mil millones de soles para enfrentar al narcotráfico y no se ha reducido ni una sola hectárea de coca. A esto habría que agregar los 50 millones de soles entregados al coronel Luis Rojas, jefe del Plan VRAEM, con el mismo propósito pero que no se sabe cómo se está gastando.
Ahora bien, se acaba de anunciar que en el 2014 se erradicará de todas maneras la coca ilegal en el VRAEM. Es una acción necesaria, pero creo que es imprescindible poner sobre la mesa algunas cuestiones previas para que la reacción de los intereses que se juegan en torno a la cocaína no nos caiga como un huayco.
Primero, ¿las Fuerzas Armadas se alinearán y apoyarán la erradicación? ¿Podrán garantizar condiciones mínimas de seguridad a los erradicadores para que no se conviertan en blancos de los terroristas y de los defensores de la narcococa? ¿El gobierno es consciente de que en un año electoral los defensores de la coca reaccionarán machete en mano y que retroceder provocaría el efecto dominó?
Segundo, la meta de la erradicación es ambiciosa. La experiencia indica que para hacer frente al narcotráfico no se puede reducir solamente a ella. Si se presenta el desfase entre erradicación y programas de desarrollo el riesgo de fracasar es altísimo. Entonces, ¿el Ejecutivo tendrá a la mano el presupuesto y los proyectos necesarios para atender a las zonas erradicadas?
Tercero, ¿quién estará a cargo de este trabajo? ¿Dejarán en manos de los que saben, o se lo darán al Jefe del Comando Especial del VRAEM? ¿Tal vez al Jefe del Plan VRAEM?
Finalmente, ¿la SUNAT y la policía se animarán a trabajar en serio en la fiscalización de los insumos químicos en el VRAEM?