Encubriendo el espionaje

Una y otra vez los funcionarios del gobierno exigían pruebas del espionaje que he venido denunciando. Y cuando aparecieron las evidencias en el programa Cuarto Poder de América Televisión, se apresuraron a montar una grotesca coartada.

Lo cual revela que no van a retroceder en su decisión de desarrollar un aparato de espionaje, chantaje y extorsión como el que existió en la década de 1990.

El cerebro

El autor de la coartada fue el general Carlos Morán, jefe de Estado Mayor de la Policía, un individuo muy hábil y a la vez siniestro y oportunista, que ha hecho buena parte de su carrera en Dirandro, donde trabajó desde el principio con el sistema de interceptación telefónica Constelación.

Morán, que tuvo un importante papel en el caso Petroaudios, tanto en la captura de los implicados como en la desaparición de evidencias, ha visto la oportunidad de convertirse en un operador de un gobierno inescrupuloso.

Apenas se difundió el reportaje de Cuarto Poder, se presentó con la solución: tomar un caso real, la investigación a un par de presuntos delincuentes colombianos y superponerlo al espionaje político que desde hacía dos semanas había sido encargado a la DIRIN (Dirección de Inteligencia de la Policía) para fingir que eso es lo que estaban haciendo los agentes que vigilaban a Gino Costa, Carlos Basombrío y a mí.

No solo fraguó la coartada, sino poco después él mismo se ofreció a los medios para sustentarla, aunque lo normal hubiera sido que el que diera la cara fuera el director de la Policía o el jefe de la DIRIN. La versión ha ido variando con elementos contradictorios, pero eso no les importa.

Pero Morán, además, prestó un servicio invalorable al gobierno, al usar para difundir su versión a un semanario y a un periodista de trayectoria, que por desgracia ha manchado indeleblemente un largo recorrido.

De esta manera, Morán cree haber hecho los méritos necesarios para convertirse en el próximo director de la Policía, cuando caiga el ministro y el oscuro y silente general que hoy ocupa ese cargo.

Una síntesis

A principios de mayo recibí información de fuentes confiables: la Dirección de Inteligencia Nacional (DINI) me estaba espiando a mí y a familiares cercanos. Al igual que en la década de 1990, estaban buscando algo con lo que extorsionarme o acusarme, al tiempo que trataban de averiguar de dónde recibía información. Por supuesto, yo no era el único objetivo de este aparato de espionaje político, hay muchos más.

Cuando comprobé que era cierto, lo denuncié públicamente. Perú.21 fue el primer medio en acogerla: “Denuncian que la DINI sigue a personas incómodas al gobierno” (15.5.13).

Luego de algunos días, recibí nueva información. A raíz del escándalo, la DINI se replegó y desde Palacio se ordenó a la Dirección de Inteligencia de la Policía (DIRIN) tomar la posta del seguimiento. Esta labor la empezó la DIRIN el 20 de mayo.

También denuncié públicamente que en el espionaje estaban participando unidades de la Policía.

Más adelante recibí otra información acerca del incidente ocurrido el 29 de mayo frente a la oficina donde trabajo con Basombrío, que también se había convertido en un blanco, al igual que Costa que vive, por coincidencia, en el edificio contiguo. Una agente había sido detenida y conducida a la comisaría de Miraflores ante la denuncia de un vecino.

El asunto es que había dos agentes vigilándonos a cada uno en ese lugar, y cuando estábamos los tres, eran seis en el malecón Cisneros. Daban vueltas, se hablaban subrepticiamente, se separaban, pero era demasiada gente durante varios días.

Un amigo fue al serenazgo de Miraflores a buscar el reporte del incidente y no existía. Ya lo habían borrado.

Me comuniqué con un reportero de Cuarto Poder de América TV y le relaté el asunto para que él investigara. Por fortuna, Wimber Rodríguez, el ciudadano que había denunciado el hecho y grabado el incidente, también buscó al mismo programa que finalmente presentó la denuncia el domingo pasado.

No existe ninguna posibilidad de error ni de confusión en este asunto.  Otras informaciones complementarias que recibí, con detalles sobre la labor de espionaje, confirman total y absolutamente que es cierta.

No es verdad tampoco que el espionaje se suspendió a raíz de ese incidente, porque ellos pensaron que lo habían cubierto al borrarlo en el serenazgo y cambiando el nombre de la agente en la comisaría de Miraflores. No sabían que yo sabía. Las operaciones entraron en crisis recién el domingo 9 cuando apareció el reportaje de Cuarto Poder.

Encubrimiento

La misma noche del domingo 9 el gobierno lanzó la operación de encubrimiento ideada por Morán. El general José Céspedes llamó a Cuarto Poder contando una historia falsa sobre un seguimiento a unos colombianos, que no tiene nada que ver con el espionaje en Miraflores.

Entre un torrente de mentiras, el general Céspedes dijo una verdad, cuando agentes de inteligencia son atrapados en una labor de espionaje, inventan una historia ficticia para cubrirse:

“Lo que se utiliza necesariamente en señalar otra historia que normalmente es ficticia. No se puede decir, como ustedes acaban de señalar, que estábamos realizando tal o cual trabajo”.

Eso es exactamente lo que hicieron al ser descubiertos, fabricar una historia ficticia. Y aunque la historia de los colombianos es más falsa que la de la suegra de Alejandro Toledo, con la ayuda de algunos medios logran crear confusión.

En conclusión, la vasta operación de encubrimiento montada por el gobierno, con la complicidad de varios ministros, es una pésima señal. No se van a detener.

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