“La deforestación en el país, que está entre los 150 y 200 mil hectáreas por año, en que se pierden bosques, es principalmente por la actividad de la agricultura migratoria, no es tanto la tala de los bosques”, afirmó Jaime Nalvarte, directivo de la Asociación para la Investigación y Desarrollo Integral (AIDER).
“Nos guste o no somos un país minero y tenemos minería en costa, sierra y selva por lo cual resulta contradictorio decir `no aproveches un recurso´. Creemos que esa no debe ser la política, sino `aprovecha los recursos naturales, pero de manera sostenible´, donde hay una responsabilidad social y donde se puede hacer un desarrollo sostenible”, comentó en entrevista exclusiva dada a INFOREGIÓN.
Nalvarte manifestó que las poblaciones que están asentadas en el bosque pueden mejorar su calidad de vida a través de un manejo sostenible de los recursos naturales, tanto renovables como no renovables.
“El bosque no solo es madera, es un conjunto de recursos naturales compuesto por la madera, los productos no maderables -como flora y fauna- y hay otros servicios que nos da como los servicios ambientales, como el carbono que puede generar ingresos a las diferentes poblaciones”, precisó.
AIDER es un organismo no gubernamental que, desde 1986, trabaja a favor del desarrollo sostenible y la conservación ambiental a través del diseño, formulación e implementación de proyectos para desarrollar capacidades de gestión empresarial y gobernanza forestal y ambiental en comunidades nativas y campesinas.
Frente al problema creciente de la deforestación de bosques, hace seis años presentaron al Gobierno Regional de Ucayali una propuesta para recuperar áreas degradas por impacto de la ganadería y la agricultura, “porque en esa región hay cerca de tres millones de hectáreas de bosques que han sido degradados, entonces existe un paquete tecnológico que podría replicarse”, según dice.
La propuesta se inició con la recuperación de 100 hectáreas degradadas, que fue un proyecto que se hizo con apoyo del Fondo de las Américas, el Gobierno Regional de Ucayali y la empresa privada, gracias al cual se recuperaron los suelos. AIDER fue el conductor técnico.
“Después de dos años logramos recuperar el suelo, en donde antes no había materia orgánica, se obtuvo la misma con la plantación de guaba, de kutsú –una especie de leguminosa- que se planta para recuperar suelo; y un año después pudimos hacer plantaciones forestales”, señaló.
Hoy, a 12 kilómetros de campo verde, en Ucayali, hay 1000 hectáreas de área recuperada y de bosque plantado, e inclusive flora y fauna; tal es así que los animales que habitaban allí están regresando.
GENERANDO DESARROLLO EN LA RESERVA NACIONAL DE TAMBOPATA
AIDER se encuentra administrando parcialmente el contrato de la Reserva Nacional de Tambopata. “Hace cuatro años ganamos una licitación para administrar por 20 años esa reserva. Ahí observamos que, en la zona de amortiguamiento, hay muchas poblaciones que habitan, la idea es que estas poblaciones comiencen a generar ingresos a través de proyectos sostenibles y que, a su vez, ellos sean los mejores cuidadores de las áreas protegidas”, refiere Nalvarte.
Asimismo comenta la sorpresa que se llevaron al llegar a la reserva: “grande fue sorpresa de ver que la deforestación no se producía solo por extracción de madera sino por minería ilegal”.
“Es como una especie de mala yerba la pérdida de suelos por impacto de la minería ilegal. Si no tomamos medidas técnicas y políticas para evitar esto, va a seguir incrementándose la deforestación, las poblaciones se van a volver más pobres, va a haber un mayor impacto en las áreas protegidas y al final perdemos todos como país”, dice el directivo de AIDER.
Esta experiencia fue trasladada a Madre de Dios. Como parte de este proyecto identificaron a tres familias que cedieron una hectárea de terreno cada una para hacer un proyecto piloto de investigación para ver cuál es el impacto de la minería ilegal y, de otro lado, ver cómo recuperar el suelo degradado, porque ellos estaban viendo que sus suelos ya estaban pobres.
En menos de seis meses, donde había bosque, hoy se puede observar arena por causa de la minería ilegal.
“Lo que hicimos fue llevar la experiencia tecnológica que aprendimos en Ucayali de recuperación de área degradada a estos terrenos y hemos sembrado guaba, kutsú, a un distanciamiento apropiado, para que una vez que crezcan estas guabas, esa materia orgánica conformada por las ramas y los frutos, se vayan al suelo, comienza un proceso cíclico y el suelo se empieza a recuperar”, refiere.
“Luego de más de ocho meses vemos que el suelo ya se está recuperando, las guabas ya están dando frutos, y aquí tenemos un problema, el objetivo de esa plantación no es que se coma fruta, el objetivo es que esa materia verde revierta al suelo para que se componga el suelo, y el problema es que hay tanto mercurio que es volátil, que estos frutos tienen –luego de hacer los análisis pertinentes- un alto porcentaje de mercurio, entonces hemos puesto avisos para que nadie los consuma”, señala Nalvate.
DEFORESTACIÓN
En el Perú tenemos una amplia superficie con más 70 millones de hectáreas de bosques, sin embargo, como señala Nalvarte, la “falta de políticas claras, las reglas de juego que no están bien definidas, no nos ayudan a que haya un ordenamiento territorial de los bosques”.
De esa cantidad de bosques cerca de siete millones de hectáreas han sido concesionadas, para empresas que pueden manejar entre 40 y 60 mil hectáreas, las cuales han accedido a este sistema de licitación y cumplen con todos los requisitos de ley.
Por otro lado existen cerca de 12 millones de hectáreas de bosques que se encuentran en manos de poblaciones indígenas y hay alrededor de 4 millones de hectáreas de bosques que están en manos de colonos y en donde se ha venido deforestando por impacto de la agricultura migratoria.
“Estos colonos, por lo general, son gente de la parte andina que se traslada a la selva en busca de un futuro mejor y hacen agricultura, pero estos suelos, su capacidad de uso mayor, son los forestales, para bosques, en donde pueden crecer árboles maderables y no maderables”, manifiesta el especialista.
“En ese trance, los colonos tumban, queman y deforestan el bosque y el Estado peruano les da un título de propiedad para que ellos hagan esta actividad, por la cual hacen agricultura, les da una buena cosecha, una segunda y la tercera ya no, porque no son suelos agrícolas, sino suelos forestales; luego de lo cual abandonan esas parcelas y se van a otro lado a repetir ese proceso”, concluyó.
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