En el Perú existen más de 20 coaliciones comunitarias que han sido impulsadas desde finales del año 2005 por las diferentes ONG peruanas con el financiamiento de la Oficina de Asuntos Antinarcóticos de la Embajada de Estados Unidos y el soporte técnico de la ONG CADCA.
Estas coaliciones son una organización formal entre vecinos, organizaciones e instituciones públicas y privadas de una comunidad, donde todos se comprometen a trabajar colectivamente hacia la meta común de crear una comunidad saludable y libre de drogas.
El coordinador del proyecto Coaliciones Comunitarias de la ONG CRESER, Ricardo Murillo Ponte, Comentó que desde el año 2005 en siete distritos de Lima y en la provincia constitucional del Callao se han formado coaliciones comunitarias, asimismo, a finales del 2008 el proyecto de coaliciones comunitarias se expandió a otras regiones del Perú, tales como Ucayali, Huánuco, San Martín y Ayacucho.
Desde nuestra experiencia en Perú, las coaliciones comunitarias buscan contribuir a la reducción de la demanda de drogas promoviendo:
Una cultura de participación, que implementa una acción personal libre voluntaria de involucrarse e intervenir en forma proactiva con voz propia comprometida para lograr cambio de hábitos, actitudes y valores en nuestra vida y en la vida de los demás.
«Una cultura de formación permanente, a través de un proceso colectivo, sostenido, de permanente información, conocimiento y reflexión. Una cultura de diálogo, a través del intercambio de experiencias, pensamientos, información, criterios, sentimientos, en los que intervienen dos o más voluntades para lograr consensos acuerdos», refirió Murillo Ponte a INFOREGIÓN.
Agregó, que también impulsarse una cultura de solidaridad, «unirnos, juntarnos por objetivos comunes, que nos hacen sensibles a los sueños, alegrías, esperanzas y a las necesidades nuestras y de los demás, lo que nos permite buscar soluciones conjuntas para lograr comunidades saludables».
Una cultura de autogestión, considerando ésta como una capacidad que tenemos los seres humanos, de lograr una participación superior y ciudadana, que nos permite crear ejecutar y proyectar nuevas formas de vida individual y colectiva.
Una cultura de corresponsabilidad (Comunidad – Estado) para la generación y aplicación de políticas en reducción de la demanda de drogas, una política para la gente y con la gente.
Finalmente, «promover comunidades participativas para la prevención del consumo de drogas a través de las coaliciones comunitarias, requiere de una reingeniería metodológica de intervención comunitaria en nuestros tiempos, nuestra realidad social y que debe preocupar a toda la sociedad», sostuvo Murillo Ponte.