Juvenal Cabrera Salazar cambió su vida en 1999, el mismo año en el que Perú reducía sus hectáreas de hoja de coca a 38 mil 700 hectáreas. Su vida está relacionada a ese importante acontecimiento porque él dejó el sembrío de hoja de coca por la producción de palma aceitera, un producto auspiciado por el programa de desarrollo alternativo de la ONU que se logró implementar en el valle de Shambillo, en Aguaytía-Ucayali.
El ahora gerente del directorio de Oleaginosas de Padre Abad SA (Olpasa), hace un recuento de lo que le tocó vivir antes de la llegada del programa. Llegó a Aguaytía como muchos otros migrantes a cultivar hojas de coca. El negocio era rentable, asegura, pero “la vida no valía nada”.
“Tuve muchos percances con el narcotráfico. Yo iba a perder mi vida y hasta mi familia por estar en esos andares. En ese tiempo tú escuchabas un helicóptero por el aire y tenías que ir con tu familia a dormir al monte.”, detalla Juvenal a Inforegión.
El programa de desarrollo alternativo de las Naciones Unidas le ha permitido a Juvenal dar un giro a su vida. No fue fácil sobre todo porque era un producto poco conocido.
“Para ser sincero, al inicio fui incrédulo con el programa. Como muchos de la zona, yo era dirigente cocalero, entonces me fue difícil hacer ese cambio. Pero me fui dando cuenta de que había tomado al inicio un trabajo ilícito y no era bueno para el futuro de mis hijos”, dice.
Ahora Olpasa está creciendo, con cientos de agricultores que conforman la base de la empresa que produce aceite rojo -utilizado principalmente para la fabricación de biodiesel y en la industria de los jabones-, de la cual Aspach es accionista mayoritario y Alicorp su mayor comprador.
“El proyecto se inició con 500 hectáreas para 100 beneficiarios: o sea, 100 hectáreas cada uno. En la actualidad hay unos que tienen de 15 a 20 y otros que bordean las 70 hectáreas”, contó Juvenal para Inforegión.
La fábrica mueve 6 toneladas por hora, pero ahora sólo están a un 50% de su capacidad. “Hay producción en campo, sembríos que están en camino. La capacidad de la fábrica es en realidas de 18 toneladas por hora”, asegura el gerente del directorio de Olpasa.
“Di un cambio y gracias a eso tengo mis hijos que están estudiando, tengo otra situación de vida, camino libremente, sin agachar la cabeza, por donde mejor me parezca”. Así concibe su situación Juvenal Cabrera quien se define como “un agricultor más”. Con tres hijos: uno en la universidad, otro preparándose para ingresar y la última cursando el último año del colegio, Juvenal quiere que otros se unan al proyecto.
“Yo invitaría a los agricultores de la zona a seguir trabajando con el mismo esmero; y para los que están un poco desanimados, a tomar la conciencia de que en el campo hay que producir los racimos del fruto para que nuestra empresa crezca en este año que está por culminar y en los años que vienen”, finalizó.
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