El Zar en el Huallaga

La Cumbre Mundial Antidrogas de Lima puso en evidencia divergencias entre Perú y EE.UU. en materia de lucha contra el narcotráfico: Discursos de Valdés y Humala dejaron entrever que la prioridad del gobierno peruano es acabar con el terrorismo.

La base del Ejército de Venenillo, en Bolsón de Cuchara, Tingo María, llamó la atención de Gil Kerlikowske, el director de la Oficina de la Casa Blanca de Política Nacional de Control de Drogas de EE.UU., la mañana del domingo 24.

“¿Es cierto que allí sirvió el presidente Ollanta Humala?”, preguntó. La comitiva que lo acompañaba, entre los que se encontraban la embajadora de EE.UU. en el Perú, Rose M. Likins, y un alto funcionario de la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID), Mark Ferstein, hizo la aclaración: Humala sirvió en Madre Mía, una localidad cercana a Venenillo.

Bolsón de Cuchara es una zona emblemática en la lucha contra el narcotráfico en el país. El ex dirigente terrorista ‘Artemio’ controlaba esta localidad, lo que posibilitó que la coca floreciera libre por muchos años.

Entre 2009 y 2010, sin embargo, hubo una fuerte erradicación en el lugar que, sumada a un intenso programa de desarrollo alternativo financiado por USAID, ocasionó un giro dramático: 340 familias que se dedicaban a la coca dejaron sus cultivos ilegales y hoy siembran cacao aromático y café orgánico.

El zar antidrogas norteamericano recorrió Bolsón de Cuchara bajo un sol abrasador y mostró su satisfacción por los logros obtenidos en el Huallaga.

Al día siguiente, durante la inauguración de la Cumbre Mundial Antidrogas en San Isidro, Kerlikowske advirtió que era necesario replicar el ejemplo de Bolsón de Cuchara para evitar la expansión de la hoja de coca por todo el país.

Pero la tarea no es sencilla.

En su exposición ante los representantes de 68 países, el lunes 25, el presidente Humala no hizo mención a una estrategia específica en la lucha contra las drogas. “El combate al narcotráfico, considerado una amenaza a la seguridad en la región, debe comprometer a toda la comunidad internacional, ya sean países productores o consumidores”, sostuvo. “Fue un discurso light”, zanjó un alto funcionario internacional.

Del mismo modo, el premier Óscar Valdés señaló al VRAE como el gran problema, lo que fue interpretado por funcionarios norteamericanos como una señal de que la prioridad del gobierno es acabar primero con el terrorismo.

Enfocar el problema del narcotráfico solo en el VRAE es percibido como un error, pues los informes de Naciones Unidas hablan de una expansión de la coca a otras regiones del país, como la frontera con Brasil, donde el consumo de cocaína y crack ha aumentado aceleradamente en los últimos años.

Un informe del diario norteamericano The Wall Street Journal indica que la Amazonía peruana, en la frontera con Brasil, “alberga algunas de las plantaciones de coca de mayor crecimiento del mundo”. Según la Drug Enforcement Administration (DEA), con 276 kilos de esta coca se obtiene un kilo de cocaína pura. La planta del Huallaga requería de unos 376 kilos.

El subsecretario de Estado para el narcotráfico internacional de EE.UU., William Brownfield, señaló al término de la Cumbre, el martes 26, que en el Perú ocurre un fenómeno que llamó la “tercerización del narcotráfico”.

Esto quiere decir que los grandes carteles subcontratan a pequeños clanes locales para traficar cocaína, y esa es la razón por la cual el país no vive aún el grado de violencia que se registra, por ejemplo, en México. El temor es que, por falta de políticas antidrogas concretas, estos clanes terminen por convertirse en verdaderas multinacionales de la cocaína. (Américo Zambrano).