El proceso emprendido por el Estado peruano contra Florindo Eleuterio Flores Hala, más conocido como Artemio, es sin duda alguna el último en realizarse contra un cabecilla senderista de importancia. Como se sabe, era el único miembro del Comité Central de la banda terrorista que quedaba en libertad y que reconocía el liderazgo de Abimael Guzmán en lo que fuera el Comité del Huallaga, que encabezó por casi treinta años.
Reducidas sus fuerzas a unas pocas decenas de cuadros, Artemio se mantuvo en el Huallaga con base en una política de chantaje y cobro de cupos a los empresarios locales y una serie de pactos con el narcotráfico. Al momento de su captura, fruto de una hábil estrategia de inteligencia que lo fue despojando de sus lugartenientes y guardaespaldas, el otrora poderoso subversivo no era más que un prófugo de la justicia y su accionar en el Huallaga había sido neutralizado y reducido al mínimo.
Durante los meses que han seguido a su captura, y con motivo de elaboración de la acusación fiscal, Artemio reconoció su participación en actos terroristas y de narcotráfico, fruto de los cuales se asesinó a centenares de inocentes en emboscadas ordenadas por él para consolidar su poder o para amedrentar a quienes quisieron resistirse a colaborar con el grupo subversivo. Estos cargos figuran en la acusación en su contra, en que se le culpa de terrorismo, lavado de activos y narcotráfico, parte de los cuales ya ha aceptado.
Sin embargo, al momento del inicio del proceso, el cabecilla senderista optó por declararse “preso político”, agregando que no respondería al interrogatorio del MP y la Procuraduría. Esta táctica, más que favorecer su caso, lo perjudica, pues la acusación fiscal cuenta con testigos y pruebas de sus crímenes. Sin embargo, además de alargar inútilmente un juicio que concluirá necesariamente con un pedido de cadena perpetua, tal decisión podía deberse a no contar con defensa legal, pues hasta ahora había sido representado por letrados de oficio.
Desde hace un par de días la situación ha cambiado, y el abogado Alfredo Crespo, ex miembro de Socorro Rojo y hoy uno de los más conspicuos dirigentes del Movadef, se ha hecho cargo de la defensa de Artemio, convenciéndolo de la conveniencia de deponer su actitud y responder a los interrogatorios. Se ignora si este cambio obedece a que el senderismo ha decidido convertir el proceso en un espectáculo en su beneficio –es algo que veremos en los próximos días–, pero es obvio que la presencia de Alfredo Crespo allí no obedece a la casualidad.
En efecto, no cabe duda de que el abogado del Movadef se encuentra en dicha función a pedido del propio Abimael Guzmán, que entiende así “premiar” la fidelidad del único dirigente que reconoció su liderazgo hasta el fin. Pero, además, que Crespo se haga cargo de la defensa confirma la existencia –para muchos evidente– de un nexo directo entre el Movadef y SL. Implica también un reconocimiento a la legalidad de la justicia de un Estado que niegan, pero que tiene todo el derecho a juzgar y condenar a quienes infringen sus leyes. Artemio recibirá, qué duda cabe, el castigo que merece por su trayectoria criminal.