La República. Nuevamente circulan alarmantes rumores respecto de que el Ministerio de Agricultura se encontraría preparando un reglamento para autorizar el ingreso de semillas genéticamente modificadas en nuestro territorio, punto inicial para la implantación de cultivos transgénicos en el Perú.
Como se sabe, existe una gran polémica al respecto.
De un lado están la FAO y el mercado estadounidense, que sostienen que los Organismos Genéticamente Modificados son inocuos (OGM) al consumo humano; de otro, la de los países de la Unión Europea, que sostienen que ese dato no se encuentra suficientemente demostrado y por tanto prohíben los OGM en su territorio.
En el propio Ejecutivo no hay una posición unitaria sobre el tema.
Al entusiasmo del hoy titular del MEF y antes de Agricultura, Ismael Benavides, se opone el escepticismo del ministro de Ambiente, el doctor Antonio Brack, quien declara que “los transgénicos no van a salvar a los peruanos de la pobreza sino generar dependencia”. Y creemos que tiene razón.
Como se sabe, los cultivos transgénicos se encuentran en manos de un pequeño grupo de transnacionales –con predominancia abrumadora de la Monsanto–, las cuales no solo controlan las patentes de las semillas genéticamente modificadas sino también las de los plaguicidas que requieren.
Un negocio de US$ 10,000 millones al año, ya que si bien los OGM tienen mayor resistencia a los insectos, igual sufren plagas. Es verdad que no se ha demostrado que los OGM sean perjudiciales al hombre, pero tampoco se ha podido demostrar que le sean beneficiosos.
Su éxito mayor es ese 4% de mayor productividad que ponen en afiche, pero ello contrasta con la pérdida de biodiversidad que generan, pues una vez que las semillas son liberadas en el ambiente, su polinización contamina a los cultivos locales de la misma especie, y no hay forma de evitarlo.
La pregunta de fondo es: ¿por qué un país como el Perú, que se encuentra entre los ocho más ricos en biodiversidad del planeta debe poner en riesgo esa riqueza con la introducción de transgénicos?
En momentos en que millones de consumidores del planeta se vuelcan sobre los cultivos orgánicos y que estos aparecen como el verdadero negocio del futuro, buscamos tirar todo al traste y poner en riesgo el rol que el Perú puede cumplir como banco mundial de recursos genéticos al arriesgar nuestra biodiversidad.
Más bien debiéramos declarar, de inmediato, a nuestro país como “libre de transgénicos”. El mundo nos lo agradecerá y los mercados nos abrirán sus puertas.