LIMA. Durante la juramentación del alcalde distrital de Miraflores, Carlo Canales Anchorena, el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga (RLA), arremetió de nuevo contra el Lugar de la Memoria, Tolerancia y Reconciliación (LUM). RLA instó a Canales a coordinar con la Embajada Alemana (país que contribuyó al museo con 4,5 millones de euros) para darle la gestión de dicho local a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú.
Además, el alcalde provincial limeño desacreditó el contenido y el propósito del LUM aseverando erróneamente, y de manera claramente desinformada, que se antagonizan a las fuerzas del orden. A esto, la Embajada de Alemania en el Perú respondió dándole el apoyo al LUM resaltando su importancia la de existencia. Asimismo, la embajadora alemana Sabine Bloch invitó al burgomaestre a visitar el museo con ella.
En respuesta a las lamentables declaraciones del alcalde de Lima, conversamos con Iris Jave, magíster en Ciencia Política y licenciada en Comunicación Social, especialista en temas de memoria y postconflicto. Jave forma parte del equipo curatorial de la exposición «Nosotros, los otros. Memorias de familiares de militares y policías del período de violencia» del fotógrafo Domingo Giribaldi, actualmente en el LUM.
La politóloga nos aclara la importancia que existan espacios como el Lugar de la Memoria, afirmando que recordar a las víctimas no vulnera el honor de las Fuerzas Armadas.
«Recordar es súper importante; recordar marca la manera en que se hace memoria de los seres queridos que se perdieron en una guerra, que fueron asesinados o desaparecidos. El Perú tiene cerca de 22 000 personas desaparecidas producto del Conflicto Armado Interno, entonces recordar es fundamental. Pero, además de eso, es fundamental generar un sentido pedagógico de la memoria»
Pero, ¿Cuál es la importancia de recordar?
No se trata solamente de recordar, sino de educar a las nuevas generaciones, transmitirles algo que ellos no vivieron. Esta función pedagógica consiste en conocer los hechos del pasado, porqué se dieron y entender que pasó.
«En el Perú se calcula que ha habido cerca de 70 000 víctimas fatales (…) Es importante recordar cómo actuó cada actor de aquel entonces: la ciudadanía, los actores políticos, los actores sociales, los medios de comunicación, la ciudadanía, las iglesias (…) Estos espacios se convierten en un espacio de homenaje: reconocimiento a las víctimas». Según Jave, esto forma parte de la reparación del Estado a sus familiares.
Sobre la gestión del LUM, a cargo del Ministerio de Cultura, la especialista en temas de memoria afirma que en este caso, es el mismo Ministerio de Cultural (Mincul) al que el Estado otorgó esta tarea. Podría haber sido el Ministerio de Educación o el Ministerio de Justicia. De hecho, nos cuenta algunos casos así: «En otras sociedades como la argentina, chilena, colombiana o la de Sudáfrica, donde también han habido conflictos armados internos o dictaduras militares y fruto de ello desapariciones, hay distintos ministerios que se encargan de estos lugares de memoria».
Sin embargo, según la especialista lo fundamental no es qué ministerio lo administra. Lo importante para ella es que el Estado asuma la responsabilidad de reparar a las víctimas: «Las responsabilidades individuales se ven en la justicia, pero lo que se requiere es que los Estados asuman esa forma de reparar. Por eso lo hace una entidad estatal”. Ahora bien, la Policía Nacional o las Fuerzas Armadas también tienen sus espacios de memoria. Al respecto, Jave revela algunos datos poco conocidos:
«Las FFAA han creado una especie de réplica de lo que fue el Operativo Chavín de Huántar, donde se rescató a personas que habían sido secuestradas por el MRTA, otro movimiento subversivo en Perú cuando asaltaron la Embajada de Japón. La Policía tiene un museo, que es de la Dirección Contra el Terrorismo (Dincote), donde tiene todas las piezas gráficas, los panfletos y afiches que se incautaron a Abimael Guzmán y a la cúpula de Sendero Luminoso cuando fueron capturados»
«¿Por qué estos lugares son tan poco conocidos? Deberían ser expuestos a la opinión pública. No deberían estar fuera de alcance. Por ejemplo, para ir a la Dincote uno tiene que pedir un permiso. No debería ser así, deberían ser lugares abiertos donde vaya el público y conozca lo que pasó, entienda. Hay que entender las distintas perspectivas», argumenta.
En el Perú existen 113 sitios de memoria. Estos son creados básicamente por familiares de las víctimas, por las ONG de derechos humanos y por algunos municipios. La mayoría de estas iniciativas son privadas. Jave recuerda que en Junín, por ejemplo, hay un lugar de la memoria construido por el Gobierno Regional. En Ayacucho hay dos ahora (uno se está construyendo) y en Huancavelica hay una casa de la memoria que depende de la Municipalidad. «Mientras más espacios existan, mucho mejor», sostiene.
«¿Qué hemos aprendido de ese proceso tan cruento que tuvimos entre los 80 y 90 que ahora vemos de nuevo muertes sin sentido, realizadas por las fuerzas del orden? Este es uno de los cuestionamientos que se tienen que hacer cuando pensamos en lugares de memoria»
La sociedad civil organiza sus propios espacios de memoria, pero necesita el acompañamiento del Estado para poder mantenerlos. En Argentina y Chile, por ejemplo, el Estado apoya financiando lugares de memoria creados por la sociedad civil. Aquí tenemos el LUM. Sería importante que el Ministerio de Justicia o de Cultura acompañe estos lugares de memoria y adquieran capacidades: mejores guiados, estrategias de comunicación, más reconocimiento, entre otras. Los otros lugares de memoria actualmente no son tan conocidos y deberían serlo. Es tarea del Estado: impulsarlos y brindarles apoyo técnico para que se conecten con la sociedad. Es importante aclarar que no hay una forma de hacer memoria. Por ejemplo, Jave nos aclara que hay distintas memorias: privadas, personales, pero la memoria que cuenta el Estado tiene que ser una memoria que genere consenso.
No se trata de tener una sola memoria. A la historia hay que contarla con todos sus matices. Pero, ¿qué significan estos matices?
La especialista nos cuenta que hay memorias que se cuentan más que otras. Por ejemplo, está la «Memoria de Salvación», impulsada por Alberto Fujimori, que consiste en enaltecer el heroísmo de las Fuerzas Armadas. Ella pone el heroísmo entre comillas porque argumenta que tuvieron que usar la fuerza para enfrentar al enemigo y que, por consecuencia, hubo tantas muertes y ya. Ellos les llaman excesos, recuerda.
Pero hay otra memoria: La «Memoria de Reconciliación», que señala que se violaron los derechos humanos de personas inocentes. «De personas que vivían en las comunidades y por factores como la discriminación social y el uso de la fuerza del orden sobre poblaciones indefensas fueron arrasadas por las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso».
Esto no le quita responsabilidad a nadie. De hecho, y como recuerda Jave, en el Informe Final de la Comisión de la Verdad se concluye que Sendero Luminoso fue el principal perpetrador de los crímenes contra los derechos humanos. En segundo lugar, están las FF.AA. Y esto no las exculpa de haber cometido también violaciones a los derechos, pero tampoco niega que los militares y policías están entrenados para una guerra, no para conflictos. Recordemos la coyuntura actual y las muertes producidas a cargo de la Policía.
Nosotros, los otros. Memorias de familiares de militares y policías del período de violencia
Este es el nombre de la exposición que actualmente está en el LUM donde se encuentran la memorias de, sobre todo, las víctimas de la Asociación de Viudas, Madres y Sobrevivientes de Miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional (Avisfaip), que reúne a 600 familias que representan a 2500 policías fallecidos durante el periodo de violencia. La obra de Domingo Giribaldi busca recuperar y visibilizar la memoria de estas personas.
Cuando empecé a trabajar este proyecto me di cuenta que debía tener cuidado con las versiones y que debía que tener cuidado en cómo hablar viendo a una persona sin que sea demasiado, el exceso, habría que tener límites. Cada persona que visibilizo aquí era padre de familia, era esposo, era hijo. Tenemos a madres e hijos hablando sobre una misma persona. Por ahí un sobrino o un amigo cercano. Todos hablando de lo importante que era para ellos. Y por ende al escucharlos enunciar el ejemplo de su vida: el amor por la patria, su vocación de servicio, el humor que tenían, las ganas de vivir. Tenían una vida por delante. Unos dejaron hijos en la barriga, que no pudieron conocer. Gente que se fue tuvo que luchar o ni siquiera tuvo la oportunidad de hacerlo. Murieron. Y como digo, se publicaron y se olvidaron, nunca más. ¿Por qué? No sé. ¿Por qué ocultar historias tan bonitas?
Yo les pregunté ¿Quién los esconde? ¿Se están escondiendo? También me hice esa pregunta, ¿Por qué? Si es tan necesario el buen ejemplo… hay tanto mal ejemplo. Necesitamos buenos ejemplos para los chicos. Hay que visibilizar el buen ejemplo.
Giribaldi afirma que su objetivo como fotógrafo es ofrecerles a los jóvenes una historia para que no se repita.
- En la página del LUM se lee que los excombatientes de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas cuentan con pocos espacios y momentos de reconocimiento y dignificación de sus diversas memorias y testimonios. ¿Consideras que el Lugar de la Memoria es uno de estos espacios?
El día que mi hijo me pregunta: «¿Papá, estos son los únicos héroes? ¿Hay más? ¿Dónde están? ¿Quiénes son?» volteo a mirar al LUM. Desde el Morro Solar, le digo «Hijo, pero no sé, allí deberían de estar». Y no fue por un capricho mío que debieran estar ahí. Es un derecho. Y cuando me encontré con don Manuel Burga (director del LUM) me dijo «Dale, nos encantaría hacer algo como eso». Le pregunté por qué no se había hecho antes y me dijo “No sé, pero hazlo. ¿Para cuándo? Lo hacemos”.
La muestra «Nosotros, los otros. Memorias de familiares de militares y policías del período de violencia» va hasta el 12 de febrero en la Sala Yuyanapaq del Lugar de la Memoria, la Tolerancia e Inclusión Social (Miraflores).