Se podría decir que un ministerio que no conoce la historia de la lucha contra el narcotráfico está condenado a repetir los errores de otros. En efecto, es lo que estaría ocurriendo en el Vraem con el intento fallido de reconvertir los cultivos de coca.
Recordemos, brevemente, algunos hitos de esta historia porque, me parece, podrían ser muy útiles para que el Ministerio de Agricultura y Riego no siga por el camino que conduce al despeñadero.
Veamos. Durante 15 años (1980-1995) la respuesta de los gobiernos de turno al avance del narcotráfico se redujo a las acciones de erradicación de la coca y, por supuesto, fracasaron.
Entonces se fueron al otro extremo: de 1995 al 2001 se invirtió en el Vraem, con fondos de la cooperación estadounidense, más de 36 millones de dólares en los programas de desarrollo alternativo.
¿Sirvió de algo este esfuerzo? No. Los campesinos siguieron adictos a la coca argumentando que lo ofrecido no tenía mercado y menos la suficiente rentabilidad.
Un año después, en el 2002, como consecuencia de las protestas cocaleras, el gobierno puso en práctica la llamada “erradicación voluntaria”, que consistió en entregarle al campesino un paquete de asistencia técnica y financiera para que, voluntariamente, deje la coca por el café o cualquier otro cultivo lícito. Es decir, lo que ahora se le llama “reconversión productiva”.
Tras tres años de autoengañarse, se dieron cuenta de que las parcelas de coca autoerradicadas eran cultivos abandonados y los que recibieron la compensación económica estaban utilizándola para financiar parcelas de coca nuevas con mayor productividad.
Después de más de veinte años finalmente se dieron cuenta de que la erradicación y los programas de desarrollo tenían que caminar necesariamente de la mano, que solos no servían de mucho. Así se hizo en la región San Martín, pese a la oposición armada de las organizaciones cocaleras, y el resultado es ampliamente celebrado.
Esta historia es muy conocida, excepto, al parecer, en el Ministerio de Agricultura y Riego. Estamos de acuerdo con que en el Vraem, por la presencia aún amenazante de terroristas, erradicar sería casi un suicidio, pero se podría poner en práctica un conjunto de otras acciones que ayudarían a bajar el precio de la coca y de la cocaína.
Por ejemplo, un plan de interdicción, entre ellas la aérea, con metas y responsabilidades claras. No se puede, si queremos trabajar en serio, seguir incautando 250 kilos de insumos químicos en un semestre con el moderno escáner de Machente y presentarlo como una cifra de éxito. Lo mismo para la cocaína, de la cual incautamos en el 2014 menos del 2% de las 200 toneladas que produce anualmente el Vraem.
Por ello, pensamos que no se cumplirá, por segundo año consecutivo, con la meta de la reconversión productiva si el garrote, actualmente inexistente, y la zanahoria no forman parte de una misma estrategia integral.
El precio alto de la coca y de la cocaína en el Vraem se da porque la presencia policial y militar no representa ninguna amenaza para el narcotraficante. Romper este statu quo corrupto es parte de las cosas que se tendrían que hacer para que el esfuerzo del sector Agricultura tenga alguna esperanza.