El ingreso de las acciones de erradicación de la coca articulada al narcotráfico y de los programas de desarrollo alternativo al Monzón tiene la misma importancia para la pacificación de todo el Alto Huallaga que la captura del terrorista ‘Artemio’.
Por más de cuatro décadas este valle estuvo secuestrado por el narcotráfico, el terrorismo y los defensores de la narcococa. Durante este largo tiempo se aplicó lo que llamaríamos ‘el modelo cocalero’: 95% de toda su actividad económica giraba en torno al negocio de la ‘planta sagrada’. El discurso cínico, que muchos citadinos se tragaron, fue que la coca era la hoja más nutritiva del mundo. ¿Qué tenemos como resultado? El 62% de su población es pobre y el 25% extremadamente pobre. El 60% de los niños están con desnutrición crónica y solo el 3% tiene acceso al agua potable.
En el cálculo político de muchos gobiernos de turno, siempre fue más conveniente mantener el statu quo, porque romper la costra mafiosa que envolvía todo el valle era percibido como una operación socialmente costosa y sujeto al ataque mediático de los apologistas de la coca. Incluso, durante el segundo gobierno aprista, uno de sus operadores políticos negoció la neutralidad del Monzón a cambio de no tocarles la narcococa.
Esto está cambiando. La organización cocalera y sus dirigentes están completamente divorciados de sus bases. Las firmas de narcotraficantes que operaban impunemente empezaron a migrar hacia Pichis Palcazu (Pasco), Huipoca y Contamana (Ucayali).
Muchos se preguntan: ¿qué está pasando en el Monzón, zona muy parecida al Vraem? Pienso que han intervenido tres factores. Primero, la exitosa operación de inteligencia conocida como Eclipse 2010, que sacó la careta de muchos actores sociales y políticos, especialmente de dirigentes cocaleros del Alto Huallaga, descubriéndolos como simples colaboradores del narcotráfico y del terrorismo. Segundo, la aplicación de la estrategia antisubversiva a cargo de la policía que liquidó completamente a Sendero Luminoso y, con él, a la defensa armada de la coca. Tercero, el acercamiento político muy fino a las organizaciones sociales por la actual gestión de Devida.
Este último aspecto empezó a visibilizarse el 25 de setiembre del 2012, cuando se conoció el pronunciamiento público entre Devida y el secretario general de la Confederación Nacional de Productores Agropecuarios de las Cuencas Cocaleras del Perú (Conpaccp), señalando que comenzaban una nueva etapa en las relaciones con el gobierno. Es decir, la máxima organización cocalera estaba dejando atrás, finalmente, el libro de la “gran transformación”. Documentos similares recogieron compromisos por el desarrollo, suscrito por el presidente regional de Huánuco y el alcalde del Monzón, hasta hace poco defensores del discurso “coca o muerte”.
Es un gran acierto del Gobierno ingresar al Monzón. Las condiciones son inmejorables. Ahora el reto es que los programas sociales y los proyectos de desarrollo alternativo caminen al ritmo de la erradicación.
Es muy posible que en poco tiempo el Huallaga se convierta en la tierra prometida del cacao, del café, de la palma y del turismo. Una vez terminado el exorcismo del Monzón, las oportunidades de negocio en estas zonas son infinitas.