La contaminación por microplásticos de diferentes tamaños llega hasta los ecosistemas terrestres, marinos y de agua dulce por diversas vías. Una de ellas es el tráfico por carretera debido a la abrasión mecánica y la corrosión de neumáticos, frenos, embrague y motor de los vehículos que, en función de las condiciones ambientales, la fricción, la velocidad y otros factores, desprenden partículas contaminantes.
En la actualidad, las emisiones de microplásticos de carretera –que incluyen la resuspensión o el denominado “efecto saltamontes” de partículas a través de la turbulencia inducida por el tráfico– constituyen el 30 % de la contaminación por microplásticos en ecosistemas oceánicos y de agua dulce.
Aunque proceden sobre todo de las regiones más densamente pobladas del mundo como el este de EE UU, el norte de Europa y el sudeste asiático, algunos de estos compuestos se dispersan a través de la atmósfera durante días y pueden acabar en lugar tan insospechados como los océanos o el Ártico.
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