Inspiradora la lectura del artículo “Superheros, Superegos, and Student Discipline” (Jeff Delp; connected principal; 20/05/2012). Un par de alumnos son amonestados por el director en el patio, luego de informarse que habían dejado sucia su mesa en el comedor sin hacer caso al encargado que les pidió que limpien su sitio. Los alumnos refutan al director diciendo que no habían hecho nada malo por lo que no tendrían por qué ir a limpiar.
Entonces el director les ordena que vayan a su oficina para hablar en privado. Uno de los alumnos hace caso pero el otro se resiste alegando su inocencia y la inutilidad de ir a la oficina. El director, usualmente calmado, empieza a irritarse, le grita al alumno en público y le ordena a viva voz que vaya a su oficina de lo contrario lo suspendería del colegio. Luego de algunas expresiones de desagrado del alumno, éste va a la oficina del director en la que se queja amargamente de que éste lo había maltratado, mientras el director se aprestaba a llenar la ficha y papeleta de suspensión del alumno.
En ese momento el director se da cuenta que más allá de la conducta provocadora e irrespetuosa del alumno, él había “pisado el palito” al entrar en el mismo juego de gritar, atropellar, amenazar usar su autoridad para suspender, dándose cuenta que con ello, lejos de conectarse positivamente con el alumno trasgresor solamente iba a alimentar su rechazo, resentimiento y deseos de venganza.
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