El analista político Carlos Basombrío sostuvo que la propuesta para “descriminalizar el consumo de drogas mediante un acuerdo de países consumidores y países productores”, expuesta por el escritor Mario Vargas Llosa, es una iniciativa inteligente y valiente, pero que es imposible que se haga realidad en el corto o mediano plazo en nuestro país. Por ello, señala que mientras tanto se debe “impedir que los cultivos crezcan y se desperdiguen, controlar eficazmente los insumos químicos, investigar el lavado de dinero y luchar contra la corrupción policial”.
A continuación el artículo completo de Carlos Basombrío publicado hoy en Perú.21.
En su artículo “El otro Estado” (El Comercio, 10-1-2009), Vargas Llosa, apoyado en el análisis de lo que viene ocurriendo en México, hace suya la tesis de que la llamada “guerra contra las drogas” está condenada a perderse y que hay que hacer un cambio radical de enfoque.
Dice que “pese a las vertiginosas sumas de recursos y esfuerzos que se invierten en combatirlo, sigue allí, vigoroso, adaptándose a las nuevas circunstancias, sorteando los obstáculos que se le oponen con una rapidez notable…”. Agrega que “el problema no es policial sino económico (…) Las victorias que la lucha contra las drogas puede mostrar son insignificantes comparadas con el número de consumidores en los cinco continentes.
Vargas Llosa se suma así a quienes plantean que la única alternativa es “descriminalizar el consumo de drogas mediante un acuerdo de países consumidores y países productores”. En otras palabras, separar el problema de salud pública (que hay que enfrentar con toda energía en el campo de la prevención) de la del delito (que desaparece al ser las drogas legales). Es decir, un trato equivalente al que tienen hoy el cigarro y el alcohol. Sin prohibición no hay narcotráfico.
No está solo. Como él mismo lo recuerda, es una idea que viene dando vueltas desde hace algún tiempo y que ha sido recogida por una Comisión sobre Drogas y Democracia encabezada por los ex presidentes Cardoso, Gaviria y Zedillo.
Desde mi modesto punto de vista, tienen razón, pero estamos ante un callejón sin salida ya que, siendo la expuesta por Vargas Llosa la única solución, la posibilidad de legalizar las drogas no existe en la práctica; no, por lo menos, en el corto o en el mediano plazo.
Vargas Llosa dice que “el obstáculo mayor son los organismos y personas que viven de la represión de las drogas, y que, como es natural, defienden con uñas y dientes su fuente de trabajo”. Me permito discrepar. Sin desmerecer la capacidad de resistir de las burocracias, creo que la principal dificultad radica en que, en los Estados Unidos, fiel de la balanza en el tema, la opinión pública está muy lejana de avalar una tesis como la suya, y sus políticos se opondrán frontalmente a cualquier apertura.
La legalización de las drogas es una propuesta inteligente y valiente, y se hace bien en pelear para que, con el correr de los años, logre imponerse. Entre tanto, no puede haber parálisis. No queda otra que contener el cáncer y, en el Perú, donde crece a ojos vista, evitar que haga metástasis. Hay que impedir que los cultivos crezcan y se desperdiguen, controlar eficazmente los insumos químicos, investigar el lavado de dinero y luchar contra la corrupción policial. Lamentablemente –si nos guiamos por lo que se ha visto en 2009–, en todos estos campos vamos retrocediendo por la incompetencia y la desidia.
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