Defensora del Pueblo pide unión frente al poder corruptor del narcotrafico


Me complace asistir, en este día, al Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas (CEDRO), para compartir con ustedes algunas reflexiones en torno a un tema tan sensible, tan dramático y tan directamente relacionado con la vida y la dignidad de las personas y sobre todo con nuestros jóvenes.


 


Debo confesar que no es fácil mantener una mirada fría y estrictamente racional frente al problema del consumo de drogas en los jóvenes…debemos tratar de ser, lo más serenos, acuciosos y efectivos para vencer un cuadro humano detrás del cual se ocultan los más perversos y poderosos intereses, capaces de desatar violencia y crimen para mantener su infame negocio.


 


Afortunadamente, existen instituciones como CEDRO, que libran batallas tan comprometidas como inteligentes, y que, conforme ha consolidado su estructura y sus alcances, ha logrado incorporar a más y más personas e instituciones a esta lucha. La Defensoría del Pueblo se suma a ella y yo, en lo personal, estaré presente cada vez que se me requiera porque ésta es una lucha en la que todos somos necesarios y en la que la conciencia del riesgo, del daño, de la envergadura del enemigo, son absolutamente claves para avanzar unidos y resueltos a no cejar en esta enorme tarea de rescate o salvamento, especialmente de nuestros compatriotas más jóvenes.


 


Los datos y las cifras estadísticas están ahí, al alcance de todos, para analizar la problemática. Pero, para enrolarse en esta causa basta con haber conocido de cerca algunas de las historias, de las millones de historias vividas por quienes tuvieron la desgracia de descender al submundo de las drogas.


 


De ahí en adelante, las vidas puestas en ese trance caminarán aceleradamente hacia su descomposición. Los efectos siguientes constituyen, en los usuarios, una recurrencia incontrolable: el delito, generalmente para volver a comprar más droga; la ruptura familiar, debido al cambio de conducta que trastoca los valores del hogar; el abandono de sí mismos y de su entorno más cercano; la exposición a las enfermedades más letales por la falta de control sobre sus propios actos; la estigmatización y la condena social que los identifica como degenerados e inservibles.


 


Nadie desciende tanto y en tan poco tiempo como el consumidor de drogas. No es cosa de juego. Que nadie vea con irresponsable complacencia su consumo, que nadie crea que confiere estatus o revela audacia, que no se piense que es posible un consumo moderado que se puede liberar a su voluntad. La droga es un veneno que, una vez instalado en la fisiología humana, erosiona la voluntad hasta dominarla por completo.


 


No obstante, quienes han sucumbido a ella no deben ser vistos ni tratados como infectados, no deben ser marginados. Son, en realidad, víctimas de su propia debilidad, de un entorno familiar y social indolente o ignorante, de un Estado despreocupado; pero, sobre todo, de un poder inmenso que siembra la ansiedad en sus cuerpos y trafica con su destrucción.  Por todo ello, como Defensora del Pueblo que reconoce el inmenso valor de la juventud, quiero dirigirme al corazón y a la conciencia de los jóvenes.


 


Sé perfectamente que la vida no siempre es fácil, al contrario, conozco de la permanente lucha a la que los jóvenes deben enfrentarse día a día para buscar un espacio en la sociedad, en muchos casos inclusive en la familia, sé también de la inmensa presión que un mundo globalizado impone para que sean más competitivos,  sé de las limitaciones humanas y económicas que muchos deben enfrentar para ser mejores, conozco lo cruel que puede resultar la calle para muchos de ellos, sin embargo y a  pesar de ello, quiero recordarles que la droga NUNCA es la respuesta.


 


Yo, como Defensora del Pueblo y cada uno de ustedes, como padre, madre, profesor, hermano o amigo debemos asumir nuestra responsabilidad y aconsejar a los jóvenes, explicarles la importancia de que rechacen las drogas.  El efecto del consumo de drogas originará la desunión en el hogar, surgirán los problemas de los hijos con los padres, con los hermanos y con los amigos, además del frecuente impacto devastador en los estudios. Además, a los jóvenes de nuestro país debemos reiterarles que la droga los convierte en prisioneros y los conduce al caos de sus vidas.


 


Los padres deben ser la influencia más importante para prevenir el uso de drogas entre los jóvenes. Por ello, deben buscar estrategias efectivas para educar a sus hijos de una vida libre sin drogas, si ustedes no les hablan a sus hijos sobre las drogas, alguien más lo hará. Asegúrense de que entiendan los problemas legales que pueden enfrentar si usan marihuana y otras drogas ilícitas y por eso debemos insistir: protejan a sus hijos de las drogas.  Involúcrense en las vidas de sus hijos.


 


Todos debemos ser conscientes de que está de por medio la vida humana de los más jóvenes y vulnerables de nuestra sociedad. Todos debemos preocuparnos por la preservación del Estado democrático frente a la penetración del poder corruptor del narcotráfico.


 


El Perú ya es un país donde el consumo de cocaína es cada vez más creciente, especialmente entre los más jóvenes, las cifras son escandalosas: existen 8,622 personas procesadas y condenadas por delitos de tráfico ilícito de drogas que, en su gran mayoría, son mujeres micro comercializadoras.


 


Este es uno de los problemas centrales en la vida del país en cuyo enfoque no debe estar ausente la dimensión ética. La droga destruye la vida, la droga genera violencia, la droga produce trabajo esclavo de niños en las pozas de maceración, la droga tienta a los jóvenes mochileros y los hunde en las prisiones, la droga deteriora a las instituciones, la droga desintegra a las familias, la droga deforesta nuestros bosques y contamina suelos y ríos. No hay argumento que valga en favor de la perniciosa cadena de producción, tráfico y consumo de drogas.


 


Una idea de la vida digna como la que CEDRO y la Defensoría del Pueblo comparten implica recuperar el futuro de nuestros hijos de las repugnantes manos de los narcotraficantes y sus colaboradores.


 


No hemos heredado este territorio y esta cultura para que sirva de teatro de operaciones de organizaciones clandestinas, produciendo una droga maldita, que envenena y destruye lentamente a nuestros jóvenes. Tenemos derecho a un presente digno, así como a un futuro que nos enorgullezca. Reunamos nuestras fuerzas y ética para combatir las lacras que amenazan a nuestros jóvenes. No bajemos la guardia, esta es una hora de lucha.