De Anapati a Sinaycocha

Hay diez años de distancia, una extraña historia y un nombre común entre la desastrosa emboscada de Anapati, en octubre de 1999, y el trágico derribo hace pocos días del helicóptero Mi-17 de la FAP en Sinaycocha. El nombre es el de Jorge Quispe Palomino, “Raúl”, vinculado con ambas acciones.

Como recordarán, el 2 de octubre de 1999, un helicóptero del Ejército, que llevaba al general Eduardo Fournier y varias otras personas, para negociar la rendición de los senderistas en el VRAE, fue emboscado cuando aterrizaba en Anapati. Los pilotos, junto con varios oficiales y suboficiales, además de un importante ex senderista arrepentido, fueron muertos en el ataque. Mientras los sobrevivientes, incluido el general Fournier, se dispersaban para salvarse, los senderistas capturaron el armamento del helicóptero, especialmente la ametralladora MAG.

La persona que atrajo a Fournier hasta el punto preciso de la emboscada, haciéndole creer que se iba a producir la rendición masiva de los senderistas, fue “Raúl”.

Diez años después, luego de combates entre senderistas y patrullas del Ejército que dejaron algunos militares heridos en la hoyada de Sinaycocha, los senderistas dirigidos –según estiman fuentes enteradas de las fuerzas de seguridad– por “Raúl”, aguardaron la llegada del pesado helicóptero Mi-17, y abrieron fuego sobre él (aparentemente con la ametralladora MAG) cuando descendía al fondo de la quebrada, entre los cerros boscosos, derribándolo y matando a los dos pilotos y a un aviador.

En medio de un intenso intercambio de fuego con la patrulla militar, que rescató a los heridos del helicóptero, pese a su desventaja táctica, los senderistas lograron llevarse cuatro ametralladoras – dos PKM y dos PKT– del helicóptero derribado.

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"Raúl" vivió en un cuartel militar bajo la protección del general Eduardo Fournier

Pocos recuerdan que el jefe senderista que perpetró ambos ataques fue no solo capturado y preso en 1999, sino que logró fingir convincentemente su arrepentimiento y disposición a trabajar para el gobierno de entonces. De hecho, Jorge Quispe Palomino, “Raúl”, colaboró en la captura de “Feliciano”, vivió en un cuartel, vistió el uniforme militar, voló en varios vuelos de reconocimiento, jugó fulbito en el equipo de la gente de inteligencia, cantó yaravíes, rasgando la guitarra, en celebraciones dentro del cuartel, les contó los trucos del movimiento sigiloso y las emboscadas rápidas en el monte, les advirtió de cómo cuidarse de ellas, hasta que ganó por completo su confianza y los hizo sentir que ya lo tenían totalmente controlado.

Quienes hayan leído el libro de Fournier, “Feliciano”, recordarán las varias fotos de “Raúl”, desde el momento de su captura hasta, semanas después, el momento de la guitarra y el del fulbito. Nada se dice sobre qué pasó con él entre ese momento y el de la emboscada de Anapati.

En su libro, Fournier aparece como el autor de la estrategia y las acciones que culminaron en la captura de “Feliciano”. A la vez, no regatea menciones descalificadoras a los otros militares, especialmente al G2 (inteligencia) de la segunda región militar o, en términos actuales, región militar del centro.

Su versión de los hechos es enfáticamente refutada por esos militares. La versión de estos no fue nunca escuchada y por eso, luego de entrevistar a actores de estos hechos y examinar documentación precisa, creo que es de interés y actualidad referirla.

En 1999, el jefe de la región militar del Centro (o IIRM entonces) era el general EP Carlos Indacochea, su jefe operativo el general José Huerta y su G2, o jefe de inteligencia, el coronel EP Tito Núñez. Su área de responsabilidad incluía, por cierto, al VRAE.

Ese año, la Marina afinó sus métodos y equipos de radiogoniometría y señaló con precisión los lugares desde los que “Feliciano” y los otros líderes de SL-VRAE se comunicaban radialmente entre sí.

Con esa información, según indican las fuentes militares, la Región del Centro estableció no menos de 10 puestos de escucha en el Ene y el Mantaro (en Huachocolpa y otros lugares) e inició una ofensiva de saturación de patrullas –movilizando a tres mil soldados– desde abril hasta junio.

En ese lapso, una senderista capturada por la Dircote, que aceptó colaborar con los militares, indicó que en el pueblo de Palián los senderistas tenían un punto de encuentro en la casa de un profesor, “Avelino”, donde también se guardaba una radio, panel solar y libro de claves.

El 27 de junio, “Avelino” fue capturado y su casa puesta bajo vigilancia.

Poco después, Jorge Quispe Palomino, “Raúl”, fue capturado al llegar ahí. Otros importantes dirigentes y mensajeros senderistas cayeron de la misma manera en esos días.

La mayoría aceptó colaborar rápidamente. Ese no fue el caso de Quispe Palomino, que se negó a hablar y comer por dos días. Pero poco a poco, aparentemente persuadido por los militares y los arrepentidos, aceptó colaborar a partir del tercer día.

Su hosquedad inicial desapareció e intervino activamente en el operativo para atraer y capturar a “Feliciano”. Participó en las transmisiones radiales controladas en las que los colaboradores hicieron creer a aquél que estaban libres y querían encontrarlo.

Luego, Quispe Palomino voló varias veces en helicóptero, vestido con uniforme militar, para señalar los campamentos y las rutas posibles de Feliciano. Vivía, junto con otros colaboradores, en un galpón dentro del cuartel 9 de diciembre, en Huancayo.

En el primer intento para capturar a Feliciano mediante una trampa en Vilcacoto, Quispe Palomino fue parte del señuelo. Feliciano escapó en el último momento, pero parte de sus acompañantes fue capturada. Poco después, con el área saturada por militares, Feliciano fue al fin arrestado.

Se conocía la disputa entre militares y policías por adjudicarse esa captura. Pero en su libro, Fournier descalifica a los militares de la región del Centro, especialmente al G2, el coronel Núñez, a quien llama “figuretti”. Los militares que sirvieron en esa región sostienen, a su vez, que Fournier fue un obstáculo para el desarrollo de las operaciones, pero que al venir del SIN y tener el apoyo de Montesinos, no había alternativa sino dejarlo ver y participar limitadamente.

Una vez cerrada la captura de Feliciano, los colaboradores senderistas, entre los cuales Quispe Palomino, viajaron a Lima y quedaron bajo la tutela de Fournier.

No está claro, dicen las fuentes, si Quispe Palomino convenció a Fournier, o viceversa, que él podía lograr la rendición de todos los senderistas levantados en armas en el VRAE, pero el hecho es que tanto Fournier como su jefe Montesinos se embarcaron en esa operación de inteligencia.

Quispe Palomino logró que Fournier y el SIN lo dejaran en libertad. No solo eso: consiguió que le dieran un teléfono celular para poderse comunicar con su presunto manejador, Fournier.

Cuando retornó libre al VRAE, Quispe Palomino mantuvo por un tiempo la ficción. Comunicó a Fournier que los estaba convenciendo, pero necesitaba pruebas de buena voluntad. Así, en un primer vuelo, les entregaron pilas, medicinas y ropa. En el segundo vuelo, les dieron comida y se tomaron fotos, pero sin Quispe Palomino, que ya solo hablaba por teléfono satelital.

En la tercera oportunidad, Quispe Palomino informó a Fournier que ya había conseguido la gran capitulación. Exigió que solo llegara un helicóptero. Todo indica que Quispe Palomino dio indicaciones precisas de dónde debía posarse la aeronave en Anapati y una vez que esta quedó bien colocada sobre la mina, la hizo reventar.

¿Qué llevó a Quispe Palomino a actuar una ficción tan convincente de su presunto deseo de colaborar? Luego de escuchar sus feroces críticas a Feliciano, creo que decidió utilizar a las fuerzas de seguridad para librarse de él sin costo interno y hacer posible que su familia asumiera el liderazgo de SL-VRAE.

Después, logró engatusar completamente a Fournier y, a través suyo, no solo consiguió recuperar la libertad, sino llevarse un teléfono celular de regalo, que le sirvió para perpetrar la letal emboscada de hace una década, cuyo botín en armas hizo posible la de la semana pasada.

De Anapati a Sinaycocha

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