A la costa oriental de la India cada año llegan en primavera miles de tortugas de Ridley, en grave peligro de extinción para desovar. Este año, sin embargo, se ha producido un hecho insólito en décadas: la mayoría de los millones de los animales nacidos ha logrado llegar al mar, sanos y salvos.
El confinamiento humano debido a la pandemia de COVID-19 redujo a mínimos el tráfico en las grandes carreteras cercanas a esas playas, cuyas luces suelen despistar y atraer a estos reptiles, y provocar que muchas tortugas mueran, machacadas. Tampoco faenaban los barcos de pesca, de manera que, al menos esta vez, no se quedaron atrapadas en sus redes, una de las causas más importantes de mortalidad.
Que los humanos hayamos pasado casi tres meses encerrados en casa para detener la expansión del SARS-CoV-2 ha afectado a la vida salvaje del planeta y ha brindado a los científicos una oportunidad única y sin precedentes para estudiar el impacto que nuestra actividad tiene sobre nuestros vecinos.
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